Este recurso podría ayudar a la descentralización de las actividades económicas, y que apoyaría al sector rural: la bioenergía.
Con la política energética actual, y los escenarios futuros planteados hasta el momento, se da la vuelta a un recurso que podría ayudar a mejorar el perfil y la transición del país en la materia.
No obstante, tenemos un potencial muy grande al respecto, pues la bioenergía podría satisfacer la mitad de las necesidades del país, porque está distribuida en los diferentes tipos de clima y en la cantidad de residuos orgánicos que se generan.
Por ejemplo, en México anualmente se producen 70 millones de toneladas de residuos de la agricultura, la agroindustria y las actividades forestales, que ahora representan un problema sanitario, pero podrían convertirse en un recurso aprovechable y limpio. Además, en la mayoría de las aplicaciones la bioenergía es competitiva con las convencionales.
La biomásica o bioenergía, es la que se deriva de la biomasa, es decir, toda la materia orgánica, viva o muerta; es el caso de las plantas, de residuos animales como el estiércol o grasas obtenidas en los rastros, o desechos de las agroindustrias y de la industria forestal.
A partir de la biomasa también se pueden obtener combustibles de diferentes tipos: sólidos, como la leña o el carbón vegetal; gaseosos, como el biogás, o líquidos, entre ellos etanol o el biodiésel.
En el mundo existe un contexto interesante. En la parte de biocombustibles líquidos Estados Unidos encabeza la producción de etanol, que lo obtiene a partir de maíz, junto con Brasil, con base en la caña de azúcar. Ahora se trabaja para desarrollar los de “segunda generación”, aquellos que se obtienen a partir de cultivos no alimenticios.
En tanto, Canadá y los países escandinavos en Europa encabezan la producción de biocombustibles sólidos. Hay una industria importante para generar electricidad limpia. Se usa la madera –por ejemplo, convertida en pellets-, en vez de gas o combustóleo, para obtenerla.
Por último, hay un sector importante, sobre todo en los territorios del tercer mundo, conformado por alrededor de dos mil 800 millones de personas, que cocinan con leña y carbón vegetal. A éste se le ha comenzado a atender con una revolución tecnológica 0, que consiste en el desarrollo de estufas eficientes y limpias de biomasa, que tienen desempeños parecidos a las de gas.
México va muy atrás en aplicaciones industriales de la bioenergía, pues no existe una política de incentivos ni de investigación a largo plazo, y se usa poco con respecto al potencial.
En lo referente a biocombustibles líquidos, sólo se aprovecha el biodiésel a partir de aceite vegetal usado, y en cuanto a los sólidos, apenas se empieza a co-generar electricidad en los ingenios azucareros; ahí, el bagazo se emplea para generarla, al mismo tiempo, que se quema para producir calor y azúcar.
También en México, apenas comienza la generación de biogás a partir de rellenos sanitarios, en las granjas porcinas y de pollos, donde hay mucho estiércol.
En territorio nacional, 25 millones de personas usan leña en fogones rústicos; por ello, diferentes grupos trabajan en la difusión de las estufas eficientes con ese material, que mejoran significativamente las condiciones de vida de las familias rurales. Algunos de estos proyectos han tenido reconocimiento mundial, como el de estufas Patsari.
No obstante, las acciones son aisladas en general, falta una visión gubernamental, una política a largo plazo para impulsar la bioenergía y los biocombustibles. De hecho, la actual administración se negó a incluirla en los proyectos de Centros de Innovación en Energía, apoyados por el Conacyt.
Para incrementar el uso de la biomásica, es necesario crear un centro de innovación, así como existen otros para la solar y eólica, y tenerla presente como un objetivo estratégico para el desarrollo. De igual manera, mejorar la investigación, con programas más integrados, con visión de largo plazo,
Sobre todo, desde el punto de vista político, se deben establecer algunas metas concretas, como que de aquí al 2020, un cierto porcentaje de la generación eléctrica provenga de la biomasa, y que todos los hogares rurales que usan leña cuenten con estufas eficientes para satisfacer sus necesidades.
Existe investigación en la materia, pero faltan programas más integrados. Hay gente que hace proyectos pequeños, pero necesitamos dos o tres programas mayores, que conjunten a los investigadores. La Red Mexicana de Bioenergía, que hace 10 años se creó con este propósito, y congrega a más de 120 investigadores y profesionistas en el tema, podría ser un puente para ayudar en esta tarea.
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