México; un país en la encrucijada…por Luis Villegas
México es un país en la encrucijada; y lo es en más de un sentido desde 1968. Ese año, dio inicio a un proceso de cambio que no ha concluido y está lejos de terminar. El 2 de octubre continúa vigente, sin posibilidades de olvido, por la simple y sencilla razón de que las tensiones detrás de ese enfrentamiento entre sociedad y gobierno continúan sin resolverse. Más allá de que el movimiento estudiantil hubiera sido manipulado o no (se acusaba a los estudiantes de ser agentes comunistas);1 detrás de la leyenda de que fue Luis Echeverría el verdadero artífice de la matanza, en su búsqueda de consolidar su ambición de alcanzar la Presidencia de la República;2 al margen de la teoría del complot, que sitúa a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) como instigadora del conflicto;3 lo cierto es que el 2 de octubre es una fecha fundacional pues constituye el inicio de una nueva revolución que marcó el final del Siglo XX y tiñe los albores del XXI con aires de escepticismo, incertidumbre y recelo respecto de lo que verdaderamente es el poder público en México y para lo que verdaderamente sirve.
1968 puso fin al mito de los “Setenta años de paz social”. Tras los resultados del domingo 2 de julio de 2000, el candidato perdedor, Francisco Labastida Ochoa, reconoció su derrota con estas palabras: “Los resultados electorales deben llevar al partido, a los cuadros y dirigentes, a una profunda reflexión: nuestro partido, en el que orgullosamente milito, le ha dado estabilidad y paz social al país”;4 al decirlo, evidentemente no tenía en mente los hechos violentos ocurridos en 1940 durante la contienda electoral entre Manuel Ávila Camacho y Juan Andrew Almazán que dejó más de mil muertos en distintos estados de la República;5 los asesinatos posteriores a las elecciones generales de 1952;6 la matanza de la Plaza de las Tres Culturas ni su secuela, la masacre del “Jueves de Corpus” tres años más tarde.7 Sin embargo, por su magnitud y trascendencia (vísperas de los Juegos Olímpicos), por el dolor sordo y la estupefacción que causaron, los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 marcaron el fin de una era. De 1929, año en el cual se firmaron los acuerdos de paz que pusieron fin a la Guerra Cristera y en el que vio la luz y se extinguió la efímera “Rebelión Escobarista”, a 1968, median apenas 39 años. Sin soslayar el hecho de que para una pequeña porción de la sociedad -la clase política, el sector de los megaempresarios o las grandes cadenas de medios-, haya motivo de congratulación e inclusive de retórico orgullo, el hecho escueto, detrás de cualquier elucubración, es que en 1968 una porción del pueblo de México enfrentó al gobierno y la respuesta de este fue sanguinaria y brutal.
Ese conflicto no se ha resuelto y, por el contrario, ha pautado las relaciones entre sociedad y poder público en los años subsecuentes. Hay que decirlo: El gobierno, incluso los emanados de la oposición histórica, el PAN y más recientemente el Partido de la Revolución Democrática (PRD), ha eludido los grandes problemas del país y no solo han sido incapaces de impulsar las reformas de fondo: Política, hacendaria, energética, etc.; sino que han transitado por idénticos caminos que sus predecesores: Opacidad, corrupción, populismo, etc. Excepto por un breve periodo, durante la década de los ochentas, al norte del país, durante el cual se experimentó una inusitada efervescencia política, la lejanía entre el “pueblo” y sus representantes ha sido una constante. Gobernantes y gobernados coexisten, se interrelacionan, se toleran mutuamente, pero la mayor parte del tiempo (excepto durante las campañas electorales) se ignoran unos a otros.
Sería bueno que en este año, electoral como es, los ciudadanos se tomaran el tiempo para decidir el sentido de su voto de una forma madura y mesurada; quién sí cumple, quién miente, qué es lo mejor para el país o, en este caso, para el Estado. Es preciso que el ciudadano promedio se dé cuenta del poder que su voto encierra pero, sobre todo, que no se deje engañar por el alud de propaganda que, en breve, estará por sepultarlo.
El Mundo está cambiando y México junto con él; sin embargo, es preciso estar preparado y esa, es tarea ciudadana.
Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com
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