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La miel del Panal (II de III partes)…por Luis Villegas

Casi un mes después, el 25 de abril, se celebró el primer debate  durante hora y media, varios canales de televisión y estaciones de radio difundieron el encuentro de cuatro candidatos presidenciales; al mismo no asistiría Andrés Manuel persuadido, sin duda, de que no necesitaba correr ese riego. A decir de muchos, para esa fecha, “la estrategia de Calderón da los primeros resultados, la mayoría de las encuestas le da ventaja sobre López Obrador”.[1] Cierto que para casi un 72% de la población este primer debate no le significó cambiar el sentido de su voto, pero para un 14% de la población sí lo determinó y de éstos, sólo Patricia Mercado y Felipe Calderón resultaron favorecidos, pues de los que opinaron respecto de Andrés Manuel López, casi un 93% tuvo una opinión negativa por su ausencia.[2]

Para esas fechas: “AMLO se sintió seguro por su popularidad, pero principalmente porque su expectativa de voto era la más elevada de manera que no era necesario “pelearla” con el resto. A través de su equipo de asesores creó una corriente de acción que poco a poco lo distanció del contexto de la campaña y dio por supuesto que las expectativas se convertirían en una decisión de votación”.[3]

En el segundo debate, ahora sí entre los cinco candidatos a la presidencia de la República, llevado a cabo el 6 de junio de 2006, Felipe Calderón era indiscutiblemente un puntero en las encuestas.[4] Al final del mismo, Andrés Manuel soltaría una bomba que le representó temporalmente volver al primer lugar en las encuestas: El tema de Diego Hildebrando Zavala Gómez del Campo, hermano de Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón.[5] El 7 de junio, aparecen los spots en contra de Felipe Calderón y el llamado “cuñado incómodo”, lo cual provocaría un repunte de AMLO y un “significativo descenso” de FCH.[6]

En resumen, las tendencias electorales serían un incremento de tres puntos, entre enero y mayo de 2006 a favor de Felipe Calderón; un descenso de tres puntos para Andrés Manuel en el mismo lapso; un incremento/decremento de Roberto Madrazo de más dos o menos dos puntos; y un incremento de dos puntos a favor de otras opciones.[7] Lo que a finales de marzo significó un empate técnico de 33% en las preferencias para los dos candidatos punteros (FCH y AMLO). De hecho, las últimas encuestas, realizadas los días previos al viernes 23 de junio, último día en que legalmente podían darse a conocer las tendencias en materia de preferencias electorales, perfilan el siguiente contexto: “La firma Alducín y Asociados difundió un promedio de nueve encuestas publicadas en los últimos días que daban a AMLO una ventaja del 34.9 por ciento, y situaban a FCH cerca, a dos décimas de distancia (34.7), y a Roberto Madrazo Pintado relegado con 25.8 por ciento”.[8]

¿Qué conclusiones podemos extraer de todo lo anterior? Aunque esquemáticas y extremadamente simplificadas -en una contienda tan cerrada absolutamente todos los factores son determinantes- podemos apuntar las siguientes:

  1. 1. El Candidato “fuerte”, AMLO, con recursos económicos prácticamente ilimitados, no logró mantener su posición de puntero; y a los primeros reveses (chachalacagate, ausencia del primer debate, excesiva seguridad en su supuesta popularidad “a toda prueba”, etc.), lejos de cambiar de estrategia de campaña, se empeñó en culpar a otros de sus resultados desfavorables;
  1. 2. El Candidato de la Coalición “Alianza por México”, Roberto Madrazo, con recursos económicos más que suficientes, con una estructura partidista más que probada y con todas las herramientas de campaña necesarias y a su disposición, derivado de su mala imagen en ningún momento fue capaz de remontar su posición inicial de tercer lugar, y
  1. 3. La campaña final de Felipe Calderón puede definirse como “de contraste”, resumida en el conocido slogan de que López Obrador era “un peligro para México”; empero esta definición ocurre luego de dar un giro dramático a su campaña cambiando de estrategia, de tácticas e inclusive de coordinadores; esta actitud contrasta ampliamente con la de AMLO pues frente a idéntica circunstancia, una campaña que no marcha todo lo bien que pudiera, el primero optó por cambiar de estrategia y el segundo por culpar a otros y acusar los efectos de un “complot” (Trejo, 2006:4).

En síntesis, lo anterior significa que el dinero y la campaña por sí mismos, sin un candidato adecuado, no generan buenos resultados necesariamente (Roberto Madrazo); que un excelente candidato, con bastantes recursos humanos, económicos y materiales puede fracasar en sus pretensiones al descender de la preferencia previa, si descuida aspectos fundamentales de la campaña -estrategia y mensaje- (Andrés Manuel); y por último, que un candidato regular, con recursos  humanos, económicos y materiales suficientes, con una campaña consistente sobre la base de una estrategia y un mensaje adecuados, es posible que tenga éxito aún y cuando su posición previa no sea del todo favorable (Felipe Calderón).

Luego de casi seis años de campaña y un uso discrecional de los recursos públicos de una de las entidades más prósperas del País, la figura de Enrique Peña Nieto se ha consolidado de tal modo que a finales de 2011, no había candidato, de ningún partido, que pudiera enfrentarlo con éxito. Para el mes de octubre de ese año, la diferencia entre éste y cualquiera de sus adversarios potenciales en las preferencias del electorado parecía inalcanzable con más de 20 puntos.[9]

Continuará…

Luis Villegas Montes. luvimo66_@hotmail.com


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