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Mujer y familia…por Carlos Murillo

La familia no es la base de la sociedad. Conforme la celebración del Día internacional de la mujer (8 de marzo) se va arraigando en el mundo, en México, por el fenómeno del feminicidio (largamente solapado por el Estado) se instaura el Día de la familia, un esfuerzo de la derecha por minimizar la lucha femenina contra el machismo y la misoginia, tan arraigados en este país gracias a la superestructura religiosa de corte cristiano, principalmente católico.

Detrás de la aparentemente inocente y muy publicitada familia, está todo el aparato represor estatal en búsqueda del distractor ideal para contrarrestar el empoderamiento femenino, vital para mantener el esquema de familia deseado y promovido por el conservadurismo. De hecho el papel de la mujer dentro de la familia (enajenado, claro) es clave para adoctrinar a la prole en el camino de la misoginia con roles rígidos en detrimento de la mujer y a la postre de la sociedad.

Pensar en la familia como la base de la sociedad va directamente en menoscabo de otras esferas de la vida social no menos importantes como es la nación, el barrio, la ciudad o la amistad. Es un “valor” engañoso (desde el momento que se clasifica como valor) egoístamente individualizante, despolitizante e involutivo, pues además la familia debe de contener ciertos rasgos para ser considerada como tal: una jefatura masculina, una mamá abnegada y esposa sumisa, hijos(as) obedientes. Ni siquiera caben en este rígido esquema familias uniparentales o las sociedades de convivencia.

Por el contrario, reincorporar a la mujer en roles más allá de la familia es una urgencia vital incluso para la supervivencia familiar. Muchas mujeres, por ejemplo, estudian una carrera universitaria “mientras me caso” titulándose incluso, pero sin ejercer la profesión; otras más no se ven más allá del hogar, las telenovelas y la procreación. Imposible desarrollar un país fuerte e inteligente con mujeres cooptadas como esclavas sexuales de los hombres y fábricas de niños(as) para beneficio de un patriarcado jerárquico y violento. El subdesarrollo social de la mujer fuera del espectro familiar posibilita su propia represión de género.

La estupidez de la clase político-económica dirigente en México piensa en términos de estabilidad social de acuerdo a la adoración de un modelo de familia caduco, fuera de la realidad, donde además suceden actos de violencia debidamente silenciados y protegidos por el mismo Estado. La estabilidad social, en ese sentido, crea y repite los elementos presentes en la sociedad de las apariencias: la familia mexicana no tiene problemas, todo es felicidad, aunque en el exterior se reproduzca la violencia familiar. Además sustituir la noción de país, ciudad o incluso etnia por el de familia equivale a un suicidio colectivo que sólo favorece el dominio y prevalencia de las élites nacionales y extranjeras en detrimento de la población en general de este o cualquier país.

Sobre la mujer pesa el adoctrinamiento de la sociedad precisamente porque al dejar en la familia la obligación de dicha responsabilidad, es la mujer (esposa, madre, tía, abuela, hermana, prima…) la que a final de cuentas reproduce su propio descalabro: en la conducta que tendrán las y los hijos, quienes sin duda repetirán los “valores” inculcados por la madre y las mujeres de la casa. En otras palabras, bajo este esquema conservador, la mujer reproduce el patriarcado. La familia es sólo un pretexto para despolitizar a una sociedad que de otra manera estaría dispuesta a defender sus derechos, pero al desvanecerse éstos en el concepto de lo familiar, pasan desapercibidos.

La idea de familia promovida desde el Estado es totalmente maquiavélica; la estabilidad del régimen político-económico-religioso-cultural depende de ello. Esta superestructura que soporta a la familia es equivalente a la calidad del desarrollo social logrado y deseado para México. Es decir, los intereses de las élites por mantener a raya a la sociedad mexicana pegan directamente en la calidad de vida y progreso social obtenido hasta el momento. No hace falta ser muy perspicaz al respecto, tan sólo basta con ser un poco analítico con el contenido de la televisión, el discurso político, el religioso y así para comprender las formas de manipulación social detrás del concepto familia.

Es urgentísimo la emancipación de la mujer lo antes posible para contrarrestar la influencia negativa de la familia tal como la conocemos hasta ahora. En la medida que las mujeres ocupen el papel que les corresponde en la sociedad, más allá de abnegadas madres y esclavas sexuales, los cambios trascendentales necesarios no se harán esperar. Contra el hipócrita discurso patriarcal de la familia, nada mejor que la presencia fortalecida de la mujer libre, inteligente y sobre todo decidida a cambiar los roles sociales que la tienen sujeta a meras funciones biológicas.

Quien le diga que la familia es la base de la sociedad miente.

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