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Protección civil: ¿tarea de quién?…por Aída Holguín

-FRASEARIO
Desde hace -aproximadamente- un mes, algunas zonas del territorio mexicano han sido azotadas -en repetidas ocasiones- por precipitaciones pluviales “arriba de lo normal”. Por supuesto que, en términos reales, es necesario considerar que el significado de la palabra “normal” -aplicada especialmente en el campo de los fenómenos meteorológicos- es totalmente relativo.
El caso es que, cada vez que algún fenómeno hidrometeorológico hace acto de presencia en territorio nacional, éstos suelen evidenciar el grado en que el Sistema Nacional de Protección Civil y sus respectivas unidades (estatales, municipales y delegacionales) cumplen con sus funciones. Es decir, el grado de efectividad de sus planes, programas, políticas y acciones (particularmente en lo referente a la prevención de desastres).
Infortunadamente, no han sido pocas las ocasiones en que ha quedado demostrado que, por diversas causas, los sistemas de protección civil no cumplen del todo con su misión institucional. No obstante, es imprescindible reconocer -y reflexionar- sobre el hecho de que existen otros actores y aspectos que influyen en los reportes de daños y pérdidas (materiales y humanas).
Y es que si bien es cierto que existen graves fallas (humanas y técnicas) por parte del sistema y unidades de protección civil, también es cierto gran parte de la población no atiende las recomendaciones de las autoridades o, peor aún, carece de sentido común que, en este tipo de casos, funciona como una alerta que disminuye las probabilidades de caer en situaciones de riesgo y, por lo tanto, las probabilidades de formar parte de los reportes de daños y pérdidas.
Basta con leer las noticias que históricamente se han generado en torno a los fenómenos naturales, para darse cuenta que la magnitud de las catástrofes resultantes, no sólo se debe al fenómeno (cualquiera que este sea) por sí solo, o a los daños colaterales naturales. Dicho en otras palabras, la magnitud de los daños y pérdidas incrementa por la irresponsabilidad de quienes se niegan a aceptar que gran parte de la prevención de desastres radica en el comportamiento de la sociedad.
Por otra parte, pero en el mismo sentido, es necesario entender que la prevención de desastres y – por ende- la eficacia de las acciones de protección civil, depende directamente de la correcta actuación de los gobiernos y las empresas en materia de infraestructura y obra pública. Es decir, no se puede hablar de un sistema de protección civil sólido, cuando aún existen prácticas de corrupción que permiten y fomentan la construcción de obras que ignoran lo señalado en los Atlas de Riesgos (nacional, estatales y municipales), en caso de que los haya.
Es importante precisar que no está en discusión el hecho de que no siempre es posible predecir cuándo, dónde, o cómo se va a presentar un fenómeno natural ni, mucho menos, la magnitud de sus efectos. No obstante, lo que sí es posible hacer, es asumir (en lo individual y en lo colectivo) que el tema de la protección civil y la prevención de riesgos es un asunto y tarea de todos. De ahí la importancia de que cada quien, desde su trinchera, cumpla con las responsabilidades que le corresponde al respecto. Se trata pues de cambiar los patrones de conducta para, con ello, fortalecer y fomentar en la práctica (no solo en teoría) una verdadera cultura de la protección civil, en el entendido de que ésta es fundamental para para enfrentar con mayor eficiencia y eficacia los fenómenos naturales y sus efectos.
En esta ocasión concluyo con lo dicho alguna vez por el profesor y escritor español, Juan Hernández Pico: ninguna comunidad o país debe salir de un desastre sin la capacidad de cambiar patrones de conducta y, en particular, sin cambiar la manera de comprender los desastres y de gestionar el riesgo.
Aída María Holguín Baeza
Correo electrónico: laecita@gmail.com
Artículos anteriores: laecita.wordpress.com

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