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Rastro…por Javier Quiñónes

DEL CASO SLIM  —————-

Criticar a un ricachón entraña siempre el riesgo de la incredulidad. Nos exponemos los díscolos al contra-argumento más obvio: si se critica a un rico tan rico debe ser por envidia, qué si no… Ergo, nos hallamos desde el principio, los críticos, ante una desventaja desalentadora y prácticamente incontrastable.

Particularmente si el crítico es un pobretón y el criticado el hombre más rico del orbe.

Empero las paradojas del caso Slim son tantas y tan obvias que resulta ineludible a la razón plantearlas e intentar su análisis.

Lo anterior viene a cuenta a propósito de la llamada por la teve “boda del siglo” entre el primogénito Carlos Slim Domit y la coahuilense María Elena Torruco.

Por la prensa supimos que a la recepción ofrecida en el búnker del Grupo Carso asistieron la crema y nata de la clase política nativa y algunos extranjeros muy exitosos, entre estos los también súper millonarios Bill Gates y Warren Buffet, y el nóbel Gabriel García Márquez (tal vez Gabo asistió por mera curiosidad y nos ofrecerá al cabo una sabrosa crónica del llamativo evento).

Mas entremos en materia.

La primera contradicción puede resumirse así: Gates (el segundo más rico del mundo) y Buffet (el tercero) recolectaron sus fortunas fabulosas en todo el mundo y a lomos de la economía más poderosa del orbe; en contraste, Slim reunió la suya básicamente en México, una nación con 50% de pobres que perdió ya alrededor de una quinta parte de su población emigrada a USA con la esperanza de eludir la indigencia (de la que asimismo salvan ahora, mediante las remesas, a  otros millones de personas en todo México).

La segunda puede formularse asÍ: Los millones de Gates se explican por la misma causa que los éxitos de Edison, Bell y Ford, pues todos estos emprendedores paradigmáticos inventaron cosas que el mundo quiso comprar; desde esta óptica, sus monopolios son naturales, esencialmente legítimos por surgir de las leyes del libre mercado; no es tal, por cierto, el caso de Carlos Slim, pues evidentemente nuestro libanés no ha inventado nada ni innovado tanto que explique su enriquecimiento inexplicable.

Al contrario. Una glosa ilustrará la idea: La sobrina que vive en Seattle pidió que no le hablemos más desde México, pues si ella habla desde USA cuesta entre 8 y 10 veces menos la llamada. Y similares “asimetrías” valen para el servicio de internet, las llamadas locales y nacionales, etc. En otras palabras: Slim se enriquece más cada día porque su principal empresa (Telmex, rectora de los precios nacionales del ramo) nos impone a los mexicanos un sobreprecio extraordinario, casi espeluznante; y esto es posible no por ser dueño Slim de un monopolio capitalista, sino por poseer un monopolio forjado desde el gobierno durante décadas y que en los hechos funciona aún como una paraestatal (¿alguien le ha ganado a Telmex un reclamo por cobros excesivos, verdad que no?).

Tercera paradoja: Mientras Gates anunció el año pasado que destinará a labores filantrópicas, durante la próxima década, en torno al 80% de su fortuna (y Buffet se comprometió a donar a la fundación de los Gates otro tanto de la suya), en cambio Slim simplemente desechó esta alternativa y hasta se burló suavemente de los filántropos gringos.

Lo resumido hasta aquí permite advertir que no todos los monopolios son iguales. Porque la fortuna de nuestro Slim -a despecho de lo que afirman irreflexivamente sus aduladores- es menos un fruto de la competencia que el resultado de su negación.

El caso Slim nos obliga a reflexionar sobre la conveniencia de poner límites al enriquecimiento personal. Particularmente cuando la riqueza y el éxito aparecen asociados a la corrupción pública y la distorsión política del juego del mercado.

Limitar la riqueza individual precisamente para reestablecer una competencia saludable.

RETAZO CON HUESO

Adicionalmente, las actitudes de Gates y Buffet indican que algo podría estar cambiando en la mentalidad occidental cuando algunos ricachones empiezan a cuestionarse el sentido de acumular miles de millones de dólares en un mundo donde miles de millones de personas languidecen por falta de proteínas, servicios médicos y oportunidades laborales.

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