Reflexiones en torno al combate a la corrupción…Por Aída María Holguín
FRASEARIO
En el marco del Día Internacional contra la Corrupción, resulta imprescindible hablar de lo que sucede en México en materia de corrupción. Y para ello, lo primero que hay que saber es que la corrupción consiste en el abuso del poder para beneficio propio, y que ésta se clasifica en tres tipos: a gran escala, menor y política.
Entonces, en su concepto amplio, la corrupción no solo consiste en dar o recibir dádivas para conseguir algo de forma ilícita, o en el abuso de poder por parte de funcionarios de bajo y mediano nivel; sino también en los actos cometidos en los niveles más altos del gobierno con el fin de distorsionar políticas de funciones centrales del Estado, y en la manipulación de políticas, instituciones y normas de procedimiento en la asignación de recursos y financiamiento por parte de los responsables de las decisiones políticas.
Cierto es que la corrupción ha sido una práctica común, sistemática y, en algunos casos, sistémica. Precisamente eso fue lo que aprovechó AMLO para vender la promesa de que, de llegar a la Presidencia de México, el primer día de su gobierno se acabaría la corrupción. Luego, ya como ganador de la contienda electoral, reiteró su falaz promesa: “El día 1° de diciembre concluye una fase trágica de la historia de nuestro país […] Conduciré a México hacia una nueva etapa donde no habrá perdón para ningún funcionario o familiar que cometa actos de corrupción”, decía López Obrador.
Hoy, dos años después de haber llegado a la Presidencia, la corrupción no ha desaparecido ni disminuido; al contrario, si se considera el concepto amplio de corrupción, ha aumentado. Y aunque el presidente López Obrador insista en que su gobierno ha demostrado que en México no se permite la corrupción, la realidad muy distinta porque el combate a la corrupción es solo en apariencia y, en caso de hacerlo, solo persigue (y a medias) la corrupción del pasado y no la de su gobierno ni la directamente relacionada con él.
Ahí tenemos, por ejemplo, las reformas “a modo” para que sus “compas” pudieran asumir ciertos puestos públicos; o el aumento exponencial de adjudicaciones directas para asignar contratos de obra pública, bienes o servicios; o la desaparición de fideicomisos para usar discrecionalmente los recursos; o la creación y uso de programas asistenciales (sin reglas de operación) para enaltecer su imagen; o el caso de Pío López Obrador, quien luego de una “indagatoria” exprés fue exonerado; o el reciente caso de Felipa Obrador, que a raíz una inocente omisión obtuvo contratos millonarios por parte de Pemex (ya los rescindió, pero porque los cacharon).
El asunto es que, aunque el presidente diga que en su gobierno no hay corrupción, impunidad, influyentismo, amiguismo o nepotismo, sí los hay.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el actual presidente de Angola, Joao Lourenco: La corrupción ocurre porque hay impunidad. Esa es la razón por la que la corrupción permanece y está generalizada en todos los niveles y órdenes de gobierno.
Aída María Holguín Baeza
laecita@gmail.com
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