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Replica a Jorge Espinoza…por Luis Villegas

Jorge: 

 

A estas alturas del partido, entre tú y yo sobran las cortesías. Vamos dándole. El día de ayer, te publicó un medio local un artículo que nombras: “Tiempo de callar”.[1] Lo único que he de reconocerte es el valor de ser el primero de enfrentar mis invectivas. Enhorabuena, que así sigas. Transcribirlo me parece ocioso, ahí está para quien lo quiera leer; con tu venia, me limito a glosar algunos párrafos. 

 

Primero, he de decirte que me conmueve tu capacidad de autoelogio. Escribes que la prudencia es uno de los valores y virtudes más útiles (que no falta quien le reconozca como atributo casi divino), para luego afirmar que en principio pensaste titular tu escrito como “‘Carta abierta a un Magistrado desorientado’, pero luego, después de razonarlo y meditarlo con calma y prudencia…”. ¡Ternurita! Pero sea pues, de aquí en delante, ya no te he de decir “sapo” ni “cuerpo dioquis” y esas cosas feas que te he dicho antes, te quedas en Jorge “El Prudente Divino”. 

 

Segundo, tu escrito adolece de una contradicción obvia: para no darme demasiada importancia, pues no merezco “la más mínima atención seria, formal, cabal, razonada” ni tu “personal atención”, te estás tomando demasiadas molestias; o no merezco tu atención y alguien más te escribió la cartita o, por falta de oficio y en tu ignorancia bestial, escribes una cosa mientras piensas otra. 

 

Tercero, añades que nunca, en tus casi 30 años de litigante, escuchaste el nombre de ese extraño magistrado (uuuuy, qué miedo); y que en todo ese tiempo tampoco habías sabido de algún funcionario judicial que haya despotricado contra otro servidor público; eso es porque no lees, Jorge. Existe un caso célebre, en Chile, de un juez que tuvo la osadía de criticar a sus superiores jerárquicos, lo sancionaron y luego la Corte Interamericana declaró, por unanimidad, que: “El Estado es responsable por la violación del derecho a la libertad de pensamiento y expresión reconocido en el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con la obligación de respetar y garantizar dichos derechos, consagrada en el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio de Daniel David Urrutia Laubreaux, en los términos de los párrafos 75 a 96 de la presente Sentencia” (Urrutia Laubreaux vs. Chile). Sentencia que vas a conocer más en detalle cuando debas defenderte a ti y al inútil de tu patrón. Y si nunca oíste hablar de mí, es porque mis pinitos en el derecho los empecé cuando estaba chiquito, tenía tiernos 18 añitos, y, generosos, me acogieron en su despacho los licenciados Muñoz, Murillo y Carbajal (qepd) y ahí empecé: civil, familiar, etc.; y de ahí me fui al Congreso; y de ahí a la Cámara de Diputados; y luego a litigar administrativo y electoral en casi todo el territorio de la República; y en el ínter estudié dos especialidades, de las cuales, debo algunas materias de la segunda; dos maestrías, actualmente estoy cursando la tercera en la Universidad de Salamanca; y dos doctorados, del segundo recién acabo de titularme como Doctor en Derecho Judicial; y nueve diplomados que incluyen materias tan diversas como la reforma del Estado, criminalística, Derecho a la Información, Derecho Constitucional y Derecho Electoral. Así que algo sé de leyes, y en ningún lado de la Constitución general de la República existe la obligación de que, para ser magistrado, deba ser conocido tuyo; es más, el cuarto párrafo, de la fracción III, del artículo 116, prevé, entre otras cosas, que los nombramientos de los magistrados sean hechos entre aquellas personas que “lo merezcan por su honorabilidad, competencia y antecedentes en otras ramas de la profesión jurídica”. 

 

Cuarto, no sé de dónde sacas que, en mi carácter de ciudadano y editorialista, mi investidura me obliga a la prudencia, a la reserva, a la discreción, a la ética y a la imparcialidad; cualidades, todas, necesarias solamente en la impartición de justicia y tantán. 

 

Quinto, en cuanto a que fui ungido sin una trayectoria judicial mínima, sin una capacidad específica en el litigio y sin experiencia académica, te lo repito: no me conoces, no sabes de qué hablas. Te explico: cuando fui designado por el Congreso del Estado, ocurrió exactamente como ha ocurrido en todos los demás casos durante el último medio siglo: por mayoría de votos de los diputados y previo acuerdo de las fuerzas políticas representadas en su seno; te reto a que demuestres que mi designación fue distinta a la de cualquier otro magistrado, actual o pasado, o que no se siguió ese procedimiento. Mis méritos académicos ya los reseñé y te envío copia de mis cédulas de licenciatura y maestría, así como una foto donde estoy rindiendo protesta para obtener el grado de doctor; y cuando quieras pasar por la sala, para mostrarte el resto de mis títulos, con mucho gusto lo hago y hasta te invito un café sin veneno. En cuanto a mi experiencia en la cátedra, aquí y allá, he dado clase desde los tiernos veintiún años a nivel preparatoria; he andado echando a perder gente desde hace casi treinta años, dónde duré más fue en la URN y en la Facultad de Derecho de la UACH voy a cumplir dos años. Por último, si dudas de mi pericia, pregúntale a tu Jefe (diría Eugenio Derbez: “pregúntale, ca’ón, pregúntale”), quién lo defendió en el Batopilazo, en 2008, y quién anuló la elección interna por la cual llegó a Senador en 2012. 

 

Sexto, en cuanto a que desconozco las reglas máximas de mi encargo y por eso carezco “de la más elemental vergüenza y calidad moral para comportarse a la altura del alto cargo que desempeñan”, cabe señalar que ese es un sofisma y que escribiste la frase para la madre. Me explico: es un sofisma porque ambas afirmaciones no guardan ninguna relación entre sí pues se trata de materias distintas y no puedes derivar la consecuencia (que carezco de la más elemental vergüenza y calidad moral) de la premisa (desconocimiento de las reglas máximas), pues la expresión “por eso” es un nexo causal: además, se trata de afirmaciones cuyo sentido es divergente si las mezclas; pero tarde o temprano aprenderás a redactar y a debatir e irás mejorando con la práctica. 

 

Lo grave del asunto es la mordidota de lengua que te has de haber dado y cómo, a estas alturas, debes de andar como el caballo blanco de José Alfredo: con el hocico sangrando. Ni tú ni tu patrón tienen, de momento, ninguna vergüenza (ni elemental ni compleja) ni mucho menos calidad moral para comportarse a la altura del cargo. Los escandalosos intentos de intromisión al Poder Judicial local, la repetida descalificación de los jueces federales, el ataque a las instituciones democráticas y la violación a la presunción de inocencia, han sido públicas, constantes y reiteradas, tuyas y de tu amo y Señor. Así que no me vengas con esas. 

 

Séptimo, otro tanto se puede decir de tu referencia al desconocimiento del “ABC del funcionario judicial que debe respetar la autonomía e independencia de cualquier funcionario”; en tu ignorancia brutal —te digo, es que no lees Jorge, ni te enteras de nada que no sean tus negocios—, ignoras que quien empezó esos ataques fue tu dueño… perrito; ¡y desde el 2016!: el 4 de noviembre el líder del GPPAN en el Congreso local, Miguel La Torre, habló de “limpiar el Poder Judicial”;[2] para otro medio, en la misma fecha, el mismo diputado declaró: “Esta iniciativa presentada por el legislador contempla en un transitorio frenar la conformación del consejo de la Judicatura y destituir al presidente del Tribunal Superior de Justicia, Gabriel Sepúlveda Reyes”;[3] el 5 de noviembre el Gobernador anunció “la pronta recuperación del Poder Judicial en la entidad”, luego de destacar que el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) dejó de procurar su función por encontrarse sumiso al anterior Gobernador, incluso, el propio Jefe del Ejecutivo se congratuló por la iniciativa que el Diputado Miguel La Torre;[4] y para otro medio, en la misma fecha, el Gobernador declaró: “Pero lo más importante es que [con la reforma] pone fin a la presidencia de Sepúlveda y esperamos que después de esto el poder judicial asuma en sus manos el reordenamiento, la limpieza y el reacomodo de fuerzas”.[5] Si esos no son ataques tempranos —madruguetes— a otro Poder, ¿qué son? ¿Enchiladas? Es más, no te vayas tan lejos, hace menos de un mes, el “Gobierno del Estado de Chihuahua acusó a un juzgado federal de obstaculizar el desarrollo de la audiencia inicial de imputación contra la alcaldesa con licencia de Chihuahua, Maru Campos Galván, a quien le concedió un amparo para que sus abogados conozcan el expediente íntegro de la acusación de la Fiscalía General, lo que provocó que un juez de Control difiriera por tercera ocasión el comienzo del proceso judicial”.[6] ¡Y lo hizo a través de un comunicado de prensa oficial! 

 

Tú mismo, Jorge, no has sido ajeno a esas acusaciones y te has dado vuelo denunciando a diestra y siniestra la actividad jurisdiccional. Recordemos tus declaraciones vertidas hace casi un año, en el sentido de que es evidente la corrupción que “está sucediendo en el Juzgado Octavo de Distrito y en el primer colegiado en materia penal y administrativo (sic) donde estaba la magistrada Tello. Ella y él son los hoyos de corrupción que tenemos en el Poder Judicial de la Federación en el Estado de Chihuahua”;[7] y, otra vez, en fecha reciente, declaraste con todas sus letras: “Los jueces [locales] han sido bastante condescendientes en este caso y ya el tiempo fue suficiente para la defensa, para prepararse debidamente para la audiencia”.[8] 

 

¿Y qué decir de los representantes de tu patrono, Lucha Castro y compañía, y los desfiguros ante la sede del Poder Judicial local? No Jorgito, no, el buen Juez por su casa empieza. 

 

Por otro lado, manejas tan mal las palabras que no eres capaz de distinguir entre dos verbos; no Jorge, no me ostento como magistrado, SOY magistrado (aunque te arda), pero no escribo como tal. Escribo como ciudadano y comunicador que soy, con una trayectoria en medios de más de quince años; y con diplomas, especialidades, maestrías y doctorados que tú, en tu vida, vas a obtener aunque te pusieras a estudiar desde ahora. A ti te faltan muchas letras, Jorge, muchas, muchas, para llegar a ser siquiera un simple tinterillo y tu analfabetismo funcional lo demuestra. 

 

Por no saber de qué escribes, dices que no caerás “en la tentación de la fácil descalificación a la persona”; y de tu escrito se desprende que me llamas: imprudente, desmesurado, carente de sentido común, inmaduro, desorientado, demente, indiscreto, falto de ética, parcial, traumado, con problemas emocionales, incapaz, inexperto, hongo (ese insulto sí me gustó, matarile rile ro), ignorante, devergonzado, sin calidad moral, francotirador (pum-pum y ustedes cayendo como patitos de feria), falto de profesionalismo, maleducado, cholo de barrio y violento; Jorge, si eso no es incurrir en una fácil descalificación de mi persona, entonces no sé qué sea eso. Sigues como el caballo de José Alfredo: errado. Ahora sí, estoy convencido de que te hicieron la cartita y la firmaste a lo güevón, sin leer. 

 

¡Uf! Ya casi acabamos. Dices que nunca hubieras imaginado la posibilidad de que un magistrado “estuviese convertido en abierto francotirador del gobernador del estado”, porque ambos representan dos poderes distintos, autónomos, independientes, “pero iguales señala la Constitución” (¿dónde dice que iguales, mamón?), es más, te vuelves a contradecir, a ver: ¿son distintos o son iguales? (¿ves como sí firmaste a lo tarugo o no sabes redactar?). Lo tuyo es un problema de falta de imaginación, entonces. 

 

Qué bueno que ahí la dejas, Jorge; debatir contigo es como trincarle un dulce a un niño; y al igual que tu patrón, ya empiezas a fabular: no conozco un solo caso, uno solo, en que el Gobierno del Estado haya tenido un éxito jurídico, pero total, se vale soñar. 

 

Celebro, Jorge, tu tardía incorporación al mundillo editorial; la pluralidad de voces y el debate crudo (con o sin adjetivos) fortalecen la democracia; te falta un pelín para destacar en este duro oficio de escribir, pero con perseverancia, sin duda, en unos cuantos años, tu esfuerzo se verá recompensado. ¡Tú síguele, muchachote! No te desanimes pese al descrédito. 

 

Antes de concluir, Jorge, no seas igual de malagradecido que tu patrón; deberías darme las gracias porque tuve la gentileza de enmendarte la plana al darte aviso de que la queja por responsabilidad administrativa era una soberana estupidez y que era mejor acudir al Congreso del Estado, que es el único que me puede remover.[9] Tú sígueme para más consejos y continuar educándote como los tiempos de pandemia lo reclaman: a distancia. Digo, aunque te vas a tener que esperar tantito (a ver si te alcanza el tiempo), porque la Ley reglamentaria no existe. 

 

Como sea, Jorgito, como bien señalas, nos vemos en los tribunales, te anticipo que mi representante va a ser el Lic. Gerardo Cortinas Murra y por eso te comento que coincido contigo cuando afirmas que “nos vamos a sonar[10] con todo. Por eso, y porque el que avisa no es traidor, te advierto también que esta vez, y en tu perjuicio, existe una diferencia abisal a la hora de que litigues, pues no vas a poder traficar con el juicio —como lo hiciste con Cristina Jiménez, tu clienta (clienta que yo te llevé, por cierto y hasta te pagué honorarios), cuando falsificaste su firma y te vendiste al exmarido—. Y antes de que te cures en salud, te reto a que frente a los medios de comunicación le hagas una llamada pública a la exdiputada (quien fue la que me lo contó y autorizó a ventilarlo) para que confirme la veracidad de mi dicho; si no tienes el número de su celular con mucho gusto te lo proporciono por Inbox. Como siempre, quedo a tus órdenes, mi estimado Jorge “El Prudente Divino” y adiosito. 

 

Luis Villegas. 


[1] Artículo de Jorge Espinoza titulado: “Tiempo de callar”, publicado el 16 marzo de 2021, por el periódico El Diario. 

[2]

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