Rotary…por Luis Villegas Montes
Me imagino que para muchos lectores, el título de estas líneas les parecerá extraño. “Rotary” es la denominación abreviada de una organización internacional llamada (escrito en inglés): “Rotary International” (RI). Traducir al español esta expresión es realmente complicado. Digo, es posible una traducción literal, pero en la especie, dicha expresión carecerá de la fuerza y vigor que las palabras “Rotary” o “Rotary International” poseen y -para los enterados- inspiran. Detrás de Rotary International, de Rotary o de RI, como quiera llamársele, existen una estructura enorme, un aparato formidable, una maquinaria gigantesca, cientos de miles de personas y, sobre todo (lo más importante), un grandioso conjunto de ideales, de principios, de convicciones, distribuidos en todos los puntos del Orbe, formando (conformando) una sola inteligencia, una sola voluntad, un solo esfuerzo. Eso es Rotary.
Se dice fácil; se escribe en un solo párrafo, de hecho. Pero describirlo, tomaría cientos, quizá miles, de páginas. La historia de Rotary es una historia breve si tuviéramos que hablar en términos de tiempo -poco más de 100 años, pues la primera reunión de un club rotario se efectuó el 23 de febrero de 1905, en Chicago, Illinois1-; y sin embargo, Rotary ha logrado imprimir y dejar su huella en la historia del Mundo.
Describir RI es una tarea que se antoja complicada; tantos son los clubes rotarios dispersos en derredor del planeta, tantos sus rasgos idiosincráticos, tantas las nacionalidades, tantas las lenguas. Sin embargo, lo más extraordinario es que en dicha diversidad RI es uno solo y se puede reconocer a través de unos pocos rasgos que le son comunes a todos y cada uno de los clubes que lo integran; de tal manera que si un club no comparte, promueve o estimula la construcción de esa fisonomía colectiva, independientemente de que se designe a sí mismo como “rotario”, estará muy lejos de serlo verdaderamente.
Una definición sucinta nos diría que Rotary es una asociación internacional de líderes, unidos mundialmente, quienes proporcionan servicio humanitario, promueven la puesta en práctica de elevadas normas de ética en toda ocupación a su cargo y contribuyen al fomento de la buena voluntad y la paz. De esta definición, me quedo con los objetivos concretos del club: Proporcionar servicio humanitario, propiciar la puesta en práctica de elevadas normas de ética en toda ocupación que desempeñen sus miembros y contribuir al fomento de la buena voluntad y la paz.
Ser rotario es, pues, una oportunidad para promover la puesta en práctica de valores universales, de entre los que destaca, con toda nitidez, el ideal del servicio. Dos de los lemas oficiales de RI son: “Dar de sí antes de pensar en sí” y “se benefician más quienes mejor sirven”; en esta sencilla fórmula se resume el propósito de RI: El servicio.
Falto de palabras, se me ocurre, que el mejor modo de expresarlo es un poema de la chilena Gabriela Mistral que reza:
“Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.
Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.
Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
unos libros, peinar una niña.
Aquel que critica, éste es el que destruye, tu sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse así: “El que Sirve”.
Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?”.
Quiero pensar, también, que nunca es tarde para empezar; que siempre hay tiempo para hacer lo correcto. “No es necesario esperar para emprender ni lograr para perseverar”, decía Guillermo de Orange.2 Por lo pronto, aquí me tienen, adentrándome en esta aventura y feliz de poder hacerlo.
Ya en el terreno de la anécdota les cuento que mi ingreso a Rotary se lo debo agradecer a la invitación que me formuló un amigo muy querido y respetado, Caín; de quien no puedo decir más pues si le digo: “Negro”, se enoja; y si me refiero a él como: “Lic. Lara” todo mundo va a saber de quién estoy hablando; así que prefiero dejarlo así: En el feliz anonimato. Como sea: “Gracias, Caín; muchas gracias, por esta oportunidad que Dios y la vida me brindan, a través tuyo”.
¡Ah! por cierto, la denominación de “Rotary” proviene de sus orígenes, cuando se adoptó la práctica de rotar la celebración de las reuniones entre las oficinas de sus primeros miembros (en inglés, “rotary” significa: Dar vuelta o ser capaz de girar). Decimos “formalmente”, porque su fundador, Paul Harris, alguna vez mencionó que el proyecto había estado viviendo con él desde 1904 y que durante la mayor parte de ese tiempo había sido su convicción que aquello que estaba ocurriendo, o casi todo, con el transcurso del tiempo habría de ocurrir.3
Solo resta esperar -y esforzarse- para que el anhelo de su fundador efectivamente ocurra: Que el afán de servir prospere y se multiplique.
Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com
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