En las últimas semanas he estado viajando mucho entre Delicias y Chihuahua. Lo usual sería utilizar mi carro, echarle gasolina y partir, sin embargo debido a que han sido bastantes las vueltas, ya van varias que lo hago en el camión. Es mas barato, me puedo dormir y hasta me ponen películas gratis, ¿qué mas puedo pedir?
El cuento de mis viajes viene a mención porque en el último que hice, de Chihuahua a Delicias, ya casi llegando recibí una llamada de una amiga, que al enterarse de que iba en camión de manera casi instantánea noté su extrañamiento. – ¿En el camión?- me dijo, – Sí, ¿qué tiene de malo?, me sale más económico – le dije, y ya a manera de broma concluyó -Se te va a olvidar el ingles-.Lo triste de aquí es que ni subiendome a mi carro he logrado dominar el ingles. Soy malísimo para eso del “Where is the bathroom”, ni por internet, ni con clases desde Kinder y yo creo ni aunque me fuera un año a Canada o Estados Unidos lograría dominarlo, soy malísimo y además google ya traduce.
Volviendo al tema, y ya después de haber colgado me quedé pensando sobre la cosa esa de andar en camión, nada raro, pues la mitad de la carrera me la aventé de ida y vuelva en camión, la otra mitad de rait, y aunque me sobra una, la tercera mitad ya con carro propio. Eso si, en Chihuahua soy, fui y siempre seré una papa para moverme en los urbanos. Soy más desorientado que un náufrago en alta mar y las únicas veces que lo he intentado, me he tenido que bajar en el mismo lugar que me subí.
No soy rico ni mucho menos, soy lo que muchos llamaríamos normal, en términos económicos, clasemediero, donde estamos muchos mexicanos. No he tenido los grandes lujos, pero gracias a Dios nunca me ha faltado nada. He tenido dos padres ejemplares que me han dado muy buenas oportunidades en la vida, entre ellas escuela y buenos valores. Lo menciono para que no se vaya mal interpretar la siguiente anécdota:
Dicen que cuando Carlos Salinas de Gortari era presidente de la república, le gustaba viajar a pueblos escondidos en México, en donde no se vive al día, si no al minuto, disfrasarse de campesino y pasear por las calles del pueblo, escoger alguna casa y pedir que lo invitasen a comer. Se dice que lo hacía para no olvidar cual era la verdadera situación de México y no perderse en lo que los asesores, los números y los tecnócratas le vendían allá en los grandes edificios y la vida presidencial.
No se si sea o no cierto, pero a todos nos vendría muy bien aplicar esto cada determinado tiempo. México es un país de grandes carencias, no necesitamos ir a Cochoapa El Grande o a Santiago el Pinar para vivir su desigualdad, basta con salirse a la periferia de la ciudad en que vivimos, y nos vendría bien porque primero aprenderíamos a apreciar lo que tenemos, que a todos con el paso del tiempo se nos olvida, y segundo, a entender que allá afuera las cosas están mal, y que de alguna u otra manera debemos buscar que y como hacerle para aportar un granito de arena a dicha situación.
Seamos más humanos, no permitamos que tanta mala noticia, tanta muerte, tanto todo, acabe con esa condición que a lo largo de la humanidad nos ha acompañado, la de ayudar al prójimo siendo solidarios.
Hay nazho para rato…
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