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Shine…por Luis Villegas Montes

Uno de los sitios más chocantes y espantosos con los que me he topado en días recientes sin desearlo ni preverlo es el siguiente: http://www.pastillasabortivas.net/. A partir del nombre horroroso, la publicidad es contundente: “Durante más de 10 años, muchas mujeres alrededor del mundo han utilizado Cytotec/Misoprostol para abortos medicados. […] Este método es efectivo en una 95% de las mujeres cuando Cytotec/Misoprostol es utilizado durante las primeras 9 semanas de gestación o los 63 días posteriores al último periodo menstrual. El aborto con Cytotec/Misoprostol tiene un alto índice de satisfacción en mujeres que se han sometido a este método, esto evita que las mujeres que deseen terminar un aborto tempranamente se sometan a un procedimiento quirúrgico”.[1] Ni una palabra para la opción de vida. Ni una sola que aluda, directa o indirectamente, a lo que, en teoría, se encuentra detrás de la concepción o la circunda: El amor o ya siquiera el afecto; la inteligencia o, por lo menos, la voluntad; la ética o, como mínimo, la responsabilidad respecto de los propios actos.

 No sé porqué, de inmediato me acordé de una película que vi por vez primera hace ya muchos años y que recién volví a disfrutar hace unos pocos días. En inglés, “Shine” significa brillo. La palabra sirve de título a una cinta protagonizada por Geoffrey Rush filmada en 1996. El largometraje lo he visto 3 o 4 veces, una de ellas con mi mamá, en el cine, otra con Adolfo, mi hijo; huelga decir que desde la primera vez me encantó. Empeñado en el asunto del inglés, tema en el que no deseo abundar para no aburrir a los posibles lectores, sólo he de señalar que lo compré a un precio realmente módico en una tienda de autoservicio, con la intensión de disfrutarlo de nueva cuenta y educar mi oído que, tal parece, es más terco que yo -lo que ya es mucho decir- pues el inglés entra por uno y sale por el otro con más pena que gloria.

 El film cuenta la historia de David Helfgott, un pianista loco. Hay formas más sutiles de decirlo, por supuesto, pero eso no le quita un adarme a la locura del personaje ni le agrega un ápice de verdad a la afirmación. Dicho así, lo admito, no se oye muy interesante. Sin embargo, algunos de los aspectos de la cinta deben ser resaltados si, como es mi caso, pretendemos recomendarla a propósito del primer párrafo. En primer lugar, no le sugiero a usted que la vea porque lo diga yo; Shine fue aclamada por la crítica de todo el mundo y sus merecimientos fueron reconocidos con un Óscar al mejor Actor para su protagonista; además, fue nominada en las categorías de mejor actor en reparto, dirección, edición, música, fotografía y guión.

 Evidentemente no voy a incurrir en la grosería de narrar la trama; basta que le diga que la historia relata la vida de un niño prodigio, educado bajo un estricto y psicótico régimen paterno que fluctúa entre el amor y el odio (no hay otro modo de expresarlo), lo que lo lleva a perder la razón pasada la adolescencia, luego de una estancia en la prestigiosa Royal College of Music, de Londres. Sin amigos ni familia a quienes acudir -su padre lo rechaza y reniega de él y el resto de la familia se halla sometida a la férrea voluntad del progenitor-, David es internado en clínicas mentales y así transcurre buena parte de su existencia, hasta que su pasión por la música lo conduce a una especie de club nocturno donde la benignidad de una camarera lo salva del marasmo en que transcurre su vida y lo conduce al amor de una mujer madura que hace de él un hombre en toda la extensión de la palabra. Alguna reseña dice de la cinta que: “David se siente capaz de huir de su padre y arriesgarlo todo por su única pasión, la música. Pero el rechazo de su padre y las presiones de su trabajo, acaban sumiéndole en una enfermedad mental. Sólo el amor de una mujer que le comprende de verdad, puede salvarle y devolverle a la sociedad para que ésta disfrute con su música. La película critica las injusticias familiares y profesionales”.[2]

 No lo creo, la película no critica las injusticias familiares o profesionales; la película muestra, expone, explica, a través de su trama, una dicotomía que en principio parecería imposible en la vida cotidiana y que, sin embargo, ocurre todos los días: El amor, o el supuesto “amor”, incapaz de comprender el cabal significado de la libertad ajena; el “amor” como sustituto del desamor a sí mismo; el “amor” como extensión y reflejo de las propias carencias y debilidades; el “amor” sin la consciencia de la responsabilidad; el “amor” sin la fuerza de la acción;  el “amor” como desencadenante del dolor, de la agonía, de la enfermedad, de la desesperanza, de la angustia, de la vergüenza, de la abyección, del miedo. Un “amor” así, veámoslo por donde lo queramos ver, es cualquier cosa menos amor. Es arrebato, dependencia, cobardía, lujuria, pero no amor en su acepción más prístina.

 La película nos cuenta cómo el padre de David lo ama, sí, pero lo ama de una manera enfermiza, torpe, arrasadora de la personalidad de su hijo, que no le permite autodeterminarse y ser, en toda su maravillosa extensión, el ser humano que podría ser. Incluido el talentoso pianista.

 Ese desamor disfrazado de amor es el primer mensaje de la película: No basta con querer o incluso sentir que se ama a la otra persona, hay que saber hacerlo. El amor es, sí, un asunto del corazón, pero también de la voluntad y del entendimiento. ¿Qué escribió Erich Fromm? En El Arte de Amar, el sabio alemán fijó la cuestión en estos términos: “¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno ‘tropieza’ si tiene suerte? Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría de la gente de hoy cree en la segunda”.[3]

 Existen, pues, para usar el título de una canción de Joaquín Sabina, “amores que matan”; supuestos amores que acaban con la vida del ser amado, que la mutilan, que la trastornan, que le impiden desarrollarse. ¿Qué se puede decir, entonces, del “amor” que termina en un asesinato? ¿Qué, de quién lo alienta? ¿Qué de quien lo asume, incapaz de afrontar su propia responsabilidad? ¿Qué de quien pretende construir una vida a partir de arrebatar una ajena?

 La de Shine, es una película que habla de la responsabilidad del amor y de la valentía necesaria para amar hasta las últimas consecuencias, incluida la renunciación, en beneficio de la felicidad del otro o de la propia salvación.

 El segundo menaje contenido en la cinta es el de la esperanza a partir de la perseverancia y la fidelidad a sí mismo. En todos nosotros habita la semilla de la redención y nunca es tarde para rectificar.

 Por último, para el caso de que no lo haya intuido o adivinado, el tercer mérito de la obra es que está basada en un caso de la vida real: La biografía del pianista australiano David Helfgott.

 Si no logra conseguir la película, ni modo; pero en el siguiente sitio podrá disfrutar de una escena que el Adolfo y yo vimos como diez veces seguidas, sin exagerar: http://www.youtube.com/watch?v=vqmDDOm15gQ

 Luis Villegas Montes.     luvimo6608@gmail.com


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