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Si me quiere, no me quiere…por Luis Villegas

Me imagino que, con su renuncia, se terminó de deshojar la margarita.

Yo jamás estuve de acuerdo con su candidatura; su cercanía con el ex-Presidente Felipe Calderón me perecía el mayor obstáculo; conste que no hablo de la mujer, ni de la profesionista, ni de la panista, ni de la política, ni de sus méritos (los tiene); no, nada de eso; simplemente la postulación de Margarita me parecía impensable; nos situaba, me decía yo, en los linderos de cualquier república bananera; la esposa del Presidente es la candidata ideal porque no existe, en todo el país, de 120 millones de habitantes, otra con sus aptitudes, disposición, talento o experiencia, voy, voy, voy, que sea menos.

Esa tendencia, la de perpetuar el legado del cónyuge, me recuerda el caso, por citar uno, de Cristina Fernández de Kirchner, para maldita la cosa sirvió la vieja, excepto para extender el mandato de su difunto y revictimizar al pueblo argentino: si un Kirchner fue mucho, dos resultaron una catástrofe.

Precandidaturas aparte, no obstante, con la ida de Margarita se abre un boquete en el panismo difícil de paliar; porque si como aspirante era una facha, como militante no. Margarita es, por mucho y por méritos propios, un referente del PAN: de los jóvenes panistas, de los líderes panistas, de las mujeres panistas, etc.; con su renuncia, ocurren un montón de cosas y no todas son buenas noticias.

Quizá la única cosa sensata y rescatable que, en 25 años, he leído de Tere Ortuño sea este párrafo: “Mi biografía está ligada a Acción Nacional y a sus militantes. Conozco a Margarita y a Felipe desde mucho antes de que se hicieran novios. Puedo compartir mil historias de batallas al lado de panistas de toda mi amada Patria. Lamentaré pronto enterarme de otros que se van. Ninguna me alegrará”;1 junto con ella, quitando la parte ésa de que conozco a Margarita y a Felipe desde mucho antes de que se hicieran novios básicamente porque no es verdad, podría afirmar que mi biografía está ligada a Acción Nacional y a sus militantes; puedo compartir mil historias de batallas al lado de panistas de toda mi amada Matria; lamentaré pronto enterarme de otros que se van; y ninguna de esas deserciones me alegrará.

El PAN le hizo falta a México para darle un respiro; para demostrarle a los mexicanos que se podía ser algo distinto a un loquito —de esos que no abundan tanto pero, ¡ah, cómo tiznan!, que se dicen izquierdistas, veneran a Castro y al …che Ché, tienen su “guardadito” y se creen miembros honorarios de la Liga la Justicia, aunque sin capa—; que se podía ser ciudadano de tiempo completo y nopolítico de carrera; que había que anteponer a la ambición personal una visión colectiva alentada desde la luz del entendimiento; y que no podía erigirse un México mejor, ordenado y generoso, desde el caudillismo, sino que era tarea de todos y brega de eternidad.

En el trayecto, muchas personas se sumaron a ese ideal colectivo; con mayor o menor acierto; con errores entendibles o fallos inexcusables; por motivos legítimos… o no tanto; etc., y el Partido se encargó, para lo bueno y para lo malo, de ponerlos a cada uno en su lugar. Como lo advirtió su fundador, construir ese mejor lugar para vivir era tarea inacabable y de todos los días; como da cuenta su historia íntima, anecdótica: “Nunca nos rajamos, ni siquiera antes, cuando se participaba aun a sabiendas de que se luchaba contra un destino adverso, nunca nos rajábamos”; o como acertadamente lo destacaba, otra vez, Manuel Gómez Morin con su sabiduría legendaria: “Las ideas y los valores del alma, son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores”.

Llega, pues, la noticia de Margarita y es una mala nueva. No para el PAN, ni para los panistas, que han sobrevivido a las calamidades con singular entereza; no; es una mala noticia para México, porque se debilita a la oposición y se fortalece una tercera vía que por improvisada no pude ni va a funcionar. Con su determinación ganan el PRI y Andrej Manuel y, si no se pierde, sí se merma la esperanza; y ronda, incómoda, la pregunta: ¿Estaría equivocado? ¿No era Margarita entonces esa mujer que pretendía ser, inteligente, lúcida, decidida, responsable, comprometida con las mejores causas? Tal pareciera que no. Su decisión pareciera evidenciarlo y ésa sí es una pena: una lástima que lastima. ¡Lástima Margarita! ¡Laaaastima!

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Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com

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