A la gente de Ciudad Juárez, por su valentía y resistencia ¡Kita
La caravana por la paz en cabezada por el poeta Javier Sicilia y cuya terminación en Ciudad Juárez en los primeros días de julio llamó la atención nacional e internacionalmente, pudo haber sido el parteaguas de una verdadera agenda nacional surgida desde y para la sociedad de no haber sido traicionada por quienes la sugirieron y encabezaron.
Una persona conservadora no puede armar ni dirigir una revolución, mucho menos exigir o generar los cambios necesarios para su bien; un movimiento conservador es más bien un movimiento reaccionario cuyos alcances no van más allá de respuestas específicas, pero limitadas. Sin desestimar el dolor y sufrimiento de cómo surge la iniciativa de Sicilia, e incluso sus “buenas intenciones”, La caravana por la paz estuvo más cerca siempre y peligrosamente de llegar a un encuentro amistoso con sus verdugos, como finalmente sucedió, y no de permitir hacer distinguible la voz de quienes siguen manteniendo muy claramente la posición políticamente legítima de la salida del ejército de las calles y la renuncia de Felipe Calderón.
Casi rayando en la tragedia, las esperanzas del activismo juarense, mucho más claro en sus ideales y con una visión social de justicia de mayor alcance que el movimiento de Sicilia y por lo mismo más radical en sus demandas, no tuvo la fortuna de contar con la sensibilidad y apoyo de quienes desconocen o conocen distorsionadamente la realidad juarense y se opusieron casi desde un principio a hacer suyas las demandas antes mencionadas. La situación de Juárez se extiende lentamente al resto de la república casi de una manera dócil, confundida entre el discurso de un activismo light como el de Sicilia, entre la confiada ignorancia de lo que nos espera en un porvenir no muy lejano, más el discurso y acción oficial del gobierno, cuyas muestras de hipocresía confunden al ciudadano(a) promedio desinformado y desprovisto de elementos suficientes para entender la realidad, su realidad.
Si Sicilia y sus seguidores fueron incapaces de sostener los acuerdos ciudadanos trabajados en Ciudad Juárez, mucho menos van a ir más allá exigiendo por ejemplo, la legalización de “drogas” como la marihuana por que no comprenden de manera holista los nudos enredados en la mafia de la ilegalidad, el negocio que esto genera y los intereses creados alrededor de ello, que incluye no sólo al mundo del narcotráfico, sino también el político y transnacional, como bien nos puede contar Washington a través de Wikileaks. El problema de la inseguridad y la “guerra” contra el narcotráfico es un escenario creado ex profeso para generar miedo y confusión en una sociedad vulnerable y vulnerada de manera genocida por quienes deberían de protegerla.
Han pasado casi cinco años desde la asunción al poder de Felipe Calderón, cuyo gobierno ilegítimo estará marcado por la historia como el más sanguinario en tiempos de paz. Una “paz” de características cuasi dictatoriales, soberbia y engañosa. La violación a los derechos humanos; las decenas de miles de asesinatos; la pérdida de las libertades y las garantías individuales; el asesinato y represión de actores y movimientos sociales más la limpieza social, son la marca de un calderonismo mocho, perjudicial con su gente y entreguista con los gringos, cuya agenda en México se enfoca, entre a otras cosas, a la división de la sociedad para beneficio propio. El sexenio de la muerte además amenaza con extenderse al siguiente sexenio siguiendo los dictados de Washington.
Es triste decirlo, pero el gran ganador de la iniciativa siciliana es el propio Calderón. Lo que inútil y torpemente ha buscado el gobierno federal por muchísimas formas de legitimar lo ilegitimable (es decir, la “guerra” contra el narco tal como la conocemos) lo encontró de manera fortuita en un movimiento que pudo haber dado más y que finalmente no comprendió su papel en esta historia. Imposible aceptar el protagonismo de Sicilia bajo estas circunstancias; quien debe estar agradecido es sobre todo Calderón y sus secuaces.
La situación de México es delicada, mucha gente muere violentamente o vive en el miedo por causa del gobierno y a la vez por la ausencia de éste. Culpar al narcotráfico de esta situación no sólo es engañoso sino irresponsable. Aun así es menester de la sociedad organizarse y confrontar a quienes provocan esta situación desde el poder. Hasta ahora los afanes del activismo no han logrado penetrar lo suficiente en una sociedad mexicana desinformada y despolitizada, temerosa de verse involucrada en lo que considera no es de su incumbencia. El movimiento de Sicilia es un intento más, fallido, por encontrar soluciones a esta situación anómica con los resultados que ahora todas y todos conocemos.
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