Una novela criminal (II de II partes)…por Luis Villegas
Pirotecnia voluntariosa, juego de palabras febril como es, de nada sirve, excepto apuntalar el caos y el histrionismo como auténticas formas de expresión, lo que resulta lamentable pues la crónica volpiana pretende ahondar en eso que llama: “posverdad”.
En alguno de los párrafos, dirá el autor que sabemos que los políticos siempre han mentido; y que ésa es la condición de la posverdad: se puede mentir ahora, sin que a nadie parezca realmente importarle; el lenguaje se convierte en un instrumento no para decir las cosas, sino para ocultarlas.
Pues ése es el problema con este asunto: se está falseando la verdad, alterando el sentido y el alcance de lo que una novela es; ciertamente la Real Academia la define como obra literaria de cierta extensión y no la conceptualiza por sus elementos de ficción,1 pero también sabemos lo que una novela no es y lo que una crónica sí: una narración histórica en la que se sigue un orden consecutivo de eventos o un artículo sobre temas de actualidad.2
De este modo, con ese galardón, estamos zambulléndonos de lleno en esa posverdad de la que se duele Volpi pues se miente no sólo sin que parezca importar realmente —es más, lo están premiando— sino que se tuerce el sentido y el alcance del lenguaje, de las palabras, para afirmar cosas que no son ni están.
Tendencia muy “progresista” ésa en la que, al amparo de uno y mil subterfugios retóricos o requiebros verbales, se trastorna y se reinventa (se revienta) el entendimiento detrás de los vocablos para hacerlos decir cosas que no dicen; como si nos diera pereza construir nuevas palabras para nombrar las cosas nuevas; o peor, como si dotándolas de nuevos y disímbolos significados, pudiéramos cambiar la realidad; lo que constituye una utopía torpe pues lo único que conseguimos por ese camino, con ese galimatías, es la confusión y el caos generalizados en donde decimos una cosa, para muchos estamos diciendo otra y nosotros, realmente, no sabemos qué estamos diciendo.
De hecho, hasta la voz “posverdad” pareciera equívoca; la palabra para nombrar el fenómeno existe desde hace siglos, se llama: “mentira”; si “hubiere algunos pedantes y bachilleres que por detrás os muerdan y murmuren de esta verdad, no se os dé dos maravedís, porque ya que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con que lo escribisteis”;3 asienta Cervantes en el prólogo de “El Quijote” —seguramente el célebre “Manco de Lepanto” lejos estuvo de intuir a “El Bronco” y ese párrafo da fe—.
Semanas atrás, al doctorado vino un doctor, muy docto él, a tratar de convencernos de que cierta noción centenaria no significa lo que significa pues el paradigma del neoconstitucionalismo, que veladamente va tras el derecho constitucional universal —otra memez, también con alcances muy “progres”—, lo entiende de otro modo. Tuvimos un ligero altercado, me impidió el uso de la palabra, calladamente le menté la madre —¿realmente se la menté?, como fue en silencio— y como dijo el poeta: “cerrando los ojos, lo dejé pasar”.
En fin, no lo he dicho pero, si me pregunta, le diría que sí, que lea “una novela criminal” como lo que es: una crónica magnífica afincada en el horror de la injusticia cotidiana en México y nada más.
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Luis Villegas Montes.
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