En México, existe una necesidad preponderante de implementar políticas de conservación y protección forestal efectivas puesto que datos recientes demuestran que México pierde cerca de medio millón de hectáreas de bosque por año, a pesar de que las autoridades de Medio Ambiente señalen alegremente una disminución respecto a lo perdido en el periodo 2000-2005 de 260 mil hectáreas por año.
Los niveles de pérdida de territorio boscoso colocan a nuestro país en el nada honroso sexto lugar a nivel mundial y en el segundo (después de Brasil) en América Latina, investigaciones hechas por expertos en temas de deforestación, señalan que de seguir las tendencias actuales, para el 2050, las selvas y bosques en nuestro territorio, habrán desaparecido.
La deforestación en nuestro territorio aporta el 14 por ciento de las emisiones de gas de efecto invernadero (GEI), pero esta cifra puede aumentar dada la problemática de la pérdida de bosques y selvas, especialmente significativa para nuestro país, por ser este uno de los más diversos del mundo.
Por supuesto, la importancia de los bosques mexicanos no se limita a su riqueza biológica. Representan el sustento económico de miles de familias y brindan servicios ambientales invaluables para la sociedad como la captación y purificación del agua, la conservación del suelo, la captación de carbono, el control de las inundaciones, entre muchos otros.
Otra realidad es que la mayor parte del área forestal, se encuentra en manos de campesinos y personas con poco o nulo capital y cerca del 80 por ciento de los bosques y selvas del país están bajo régimen de propiedad social (ejidal y comunal), de ahí la importancia de que el gobierno federal cree programas efectivos de capacitación, apoyo y salvación de nuestros recursos forestales, ya que el programa Proárbol, creado por las autoridades federales resulta insuficiente, pues solamente ha priorizado la reforestación y las plantaciones forestales comerciales, las cuales no resuelven las causas de fondo de la deforestación.
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