Una urgente cruzada nacional de vacunación…por Luis Villegas
Ya no encuentra uno ni dónde meterse; adonde quiera que voltee, la política -la inmensa mayoría de los políticos- no aportan soluciones, puros problemas. Es hora de que cada ciudadano colabore en este apremiante esfuerzo colectivo por dignificar la política. Veamos: Los especialistas en derecho podrían, con el concurso de las instituciones de educación superior -públicas y privadas-, diseñar un mecanismo constitucional para que todos los políticos que así lo quisieran, pudieran empezar su carrera como presidentes de la República. Me explico: Hasta el político más ramplón no deja de aspirar, en el fondo de su pecho, a la primera Magistratura del País; usted es Regidor, pongamos por caso; a partir de ahí, es como si un animal ponzoñoso le hubiera picado y su veneno intoxicara todo su pensamiento y hasta el tuétano de sus huesos: Luego de ser Regidor quiere ser Diputado local, después Alcalde, más tarde Diputado federal (o viceversa), a continuación Senador, posteriormente Gobernador y finalmente titular del Poder Ejecutivo federal. Ese afán, ese deseo, esa ambición, no lo deja ser Regidor, ni Diputado local, ni Alcalde, ni Diputado federal, ni Senador, ni Gobernador y si llega a la Presidencia ya llega flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones por lo que no sirve para un carajo. De ahí que una vez que vimos esa película ya las vimos todas y el signo de la inmensa mayoría de los políticos en México sea idéntico: Regidores grises, diputados locales anodinos, alcaldes mediocres, oscuros diputados federales, senadores insignificantes, gobernadores inútiles y presidentes de la República lamentables. En cambio, si empezaran desde distinción tan elevada, la cosa iría mejorando mucho pues no habría anhelo ulterior o, de haberlo, sería más modesto, por lo que tendríamos excelentes regidores: Hombres y mujeres que, desde los cabildos, impulsaran políticas públicas útiles, necesarias, y tomaran sobre sus hombros la dura tarea de gobernar en beneficio de la sociedad y no de sus tristísimas aspiraciones y sus vacuas esperanzas.
Los economistas sería maravilloso que inventaran una fórmula -incluso esta propuesta me parece más urgente que la anterior por sus benéficos efectos secundarios- para que todos fuéramos ricos desde la cuna. Dado que, otra vez, la gran mayoría de los políticos, desde el famoso Regidor hasta el cansado Presidente de la República, lo único que pretenden es enriquecerse a toda costa y a manos llenas, si todos fuéramos ricos de nacimiento nadie querría ser político o, de quererlo, sería inspirado por buenas y justas razones y no por esos apetitos desaforados que lo llevan a uno a no querer pagar ni las pensiones alimenticias de los propios hijos con cualquier pretexto idiota.
Los médicos, químicos e investigadores de la industria farmacéutica, podrían colaborar para crear un tónico, un jarabe, unas pastillas, una cremita, algo, que sirviera para quitarle a uno las ínfulas de redentor de la Patria. Así, al primer síntoma, por ejemplo, subirse a una tarima a arengar a los congéneres, tener a la mano una solución para cualquier problema -incluso el hambre mundial-, empezar a vender chuletas en Cuaresma, intentar convencer a los otros de que lo voten a uno en la planilla de la Sociedad de Alumnos, contar mentiras a diestra y siniestra, mirarse en el espejo “parando la ceja”, etc., al primer síntoma -repito- su tónico, su jarabe, su cápsula, el ungüento -o todo junto-, y asunto arreglado: “Tooome, en cualquiera de sus 4 presentaciones, Fuchiferherr (de Bayer), el nacional: Antirat o el genérico intercambiable: Contracrú, durante 15 días, ¡y ooolvídese de los problemas del Estado y del País presentes y futuros!”. O bien, podrían inventar una vacuna o un parche y asunto arreglado.
Los biólogos y genetistas se aplicarían en la búsqueda de hallar y aislar al gen culpable; ni que fuera tanto trabajo, si han de estar -en uno y el mismo sitio- el de las mentiras, el de la hipocresía, el del cinismo, la desmemoria, la estulticia y el responsable de la cleptomanía.
Los psicólogos podrían diseñar tests que sirvieran para determinar desde la más tierna infancia si a alguno de nuestros niños o niñas lo habita el oscuro deseo de dedicarse a la política “cuando sea grande” y no lo que sería correcto y deseable a esa edad. Luego se desarrollarían terapias que, en cinco o seis sesiones, lo curara para siempre y lo regresara al carril de la prudencia: Querer ser Princesa u Hombre Araña, según el caso -yo quería ser El Llanero Solitario y no sé porqué siempre terminaba siendo Toro (¿sería por güey?)-.
El sector educativo colaboraría impulsando seminarios, coloquios, mesas de debate, foros, encuentros, etc., donde se discutieran ésas y otras propuestas afines para lograr que, todos en este País, trabajáramos de manera conjunta en la búsqueda de cómo hacer para que la política se mejore y los políticos de carrera dejen de existir o por lo menos se reeduquen.
Las organizaciones de la sociedad civil no pueden quedarse fuera; Alcohólicos Anónimos, por ejemplo, podría incorporar una filial, ya sabe: “Soy Juan Pérez y confieso que soy político; veo un micrófono y se me hace agua la boca; soy tan mentiroso que no me creo ni a mí; y no puedo ver un billete de veinte pesos -de los de a mil ni les cuento- porque me empieza a dar comezón en las uñas…”.
Finalmente, hasta los arquitectos, ingenieros y maistros albañiles podrían auxiliar construyendo puentes más altos.
¿Ven cómo sí se puede?
Por eso bravo, bravísimo, por mis paisanos que ya empezaron a transitar por ese camino. Bravo por sus mujeres y sus hombres. Bravo por sus faldas y pantalones. Porque hartos de la violencia emplazaron al Gobierno -en sus tres órdenes- para que le ponga fin a tanto méndigo desmoche pues ya estuvo bueno que los agarren de carrito los secuestradores, asaltantes y chantajistas. Algunos de los empresarios chihuahuenses -los más lúcidos y “entrones”, me imagino- decidieron cerrar bares y cantinas, en tanto que los taxistas no prestaron servicio nocturno este viernes. ¡Bien por todos ellos! (carajo, nunca pensé que hablaría bien de los taxistas). Qué bueno que “paralicen” al Estado, como paralizado lo tiene el narco y la violencia asesina de los últimos meses. Que cierren escuelas, negocios, fábricas, hasta que no se dé con la solución a un problema que es de todos, sí, pero que el Gobierno (todo el Gobierno) dejó crecer y ahora parece que no quiere entrarle a las soluciones. De veras, mis respetos por toda esa gente: Por su desesperación inteligente, su temor útil, sus arrestos: ¡Olé!
Como sea, si usted, lector, lectora, ve brillar en el fondo de las pupilas de sus retoños la chispita de una vocación que se inclina por el quehacer público, hágale un bien, hágase un bien, háganos un bien a todos y déle con toda el alma un estacazo en la mera nuca para que se le olviden sus aspiraciones democráticas y las ansias por rescatar a la Patria. Total, en el peor de los casos, queda medio menso y así roba menos o hace la mitad de las tarugadas que hubiera pensado a hacer.
Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com
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