Vivebús: símbolo de la incompetencia de César Duarte…por Aída María Holguín
El pasado 27 de junio se cumplieron 5 años desde que gobernador de Chihuahua, César Horacio Duarte Jáquez, presentó con bombo y platillo el “Plan Estatal de Desarrollo 2010-2016. Chihuahua Vive”, mismo en el que el recién iniciado gobierno de César Duarte aceptaba que la adecuada y eficiente prestación del servicio de transporte público se torna como un elemento esencial en la labor que les fue encomendada.
Desde ese entonces, César Duarte visualizó el sistema de transporte público como la obra magna de su administración, y no escatimó recursos (de todo tipo) con tal de llevarla a cabo porque, con ella, su administración sería recordada por siempre.
Sin duda alguna, el Vivebús sólo es una de las muchas obras del gobierno de César Horacio Duarte Jáquez que pudieran simbolizar su administración; sin embargo -tal y como él mismo lo visualizó- el Vivebús es la obra por la que será recordado por siempre; el “pequeño” detalle, es que no será por haber cumplido con la tarea esencial que su gobierno tenía como encomienda, sino por haberse convertido en el símbolo de su incompetencia.
En este caso, la incompetencia de César Duarte se observó desde el mismo arranque de la construcción de la obra en Chihuahua capital, cuando aseguró -basado en una encuesta falsa- que el 93 por ciento de los usuarios la aprobaba; y que quienes no la aprobaban, eran boicoteadores que querían desestabilizar al Estado .
Luego, su incompetencia se corroboró el 24 de agosto del 2013 (a tan sólo un día de del inicio de operaciones ViveBús), cuando la manifestación pacífica de los choferes de camiones urbanos -que protestaban por la desinformación respecto a las vías de circulación, opciones de transbordo, tarifas de pago, su situación laboral, y un largo etcétera- fue reprimida violentamente mediante uso de la fuerza pública.
Para mayo del 2015, el fracaso -previsto por muchos- del Vivebús ya era un hecho, pero la incompetencia y soberbia de Duarte otra vez le impidieron comprender que se encontraba ante una evidente oportunidad para corregir los errores cometidos; o sea, para solucionar las graves deficiencias del nuevo sistema de transporte público.
El caso es que así pasaron los días, los meses y los años, hasta que finalmente César Horacio Duarte Jáquez fue la víctima de su propia incompetencia; y entonces, en lugar de tratar de demostrar que sí es competente, su gobierno decidió mostrar su incompetencia a gran escala al anunciar que -prácticamente- de un día para otro, el sistema de transporte volvería al esquema anterior.
Es necesario aclarar que la decisión de devolver al sistema de transporte a su esquema anterior, es -quizás- la decisión más acertada; sin embargo, ésta debió hacerse luego de un un serio análisis de la situación y -ahora sí- con una adecuada planeación que asegurara la paulatina readaptación de los usuarios y los concesionarios. Pero más importante aún, es que se hubiera considerado el inminente conflicto que ya se veía venir debido al historial de corrupción, mala administración y deudas acumuladas en torno a esta “magna” obra, que ahora es el símbolo de la incompetencia de César Horacio Duarte Jáquez, y cuyas consecuencias -como siempre- las paga el pueblo que, afortunadamente, el pasado 4 de junio decidió ya no seguir tolerando la incapacidad de César Duarte -y compañía- para gobernar. Ahora solo falta esperar a que se vaya.
Pero aunque Duarte no quiera, en algún momento tendrá que asumir las consecuencias de sus actos impulsados por su personalidad narcisista que, por cierto, lo llevó a marcar con sus iniciales (CD) todo aquello que fuera posible; particularmente la obra pública, como es el caso del sistema de transporte público. Y es precisamente éste el que ahora, a través de su logotipo (las iniciales de César Duarte y un camión que, unido a la “C”, tiene forma de alacrán), nos viene a recordar (incluyendo a Duarte) aquella leyenda que cuenta que cuando un alacrán está acorralado, se suicida picándose con su propia cola.
Concluyo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el escritor español, Francisco Ayala: “La incompetencia es tanto más dañina cuanto mayor sea el poder del incompetente.”
Aída María Holguín Baeza
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