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Ya llegué, pero ya me quiero ir (I de II partes)…por Luis Villegas

 

“La lección es que hasta el más breve instante de felicidad en nuestra existencia tiene un precio”.

Valerio Massimo Manfredi.

Ya llegué, pero ya me quiero ir. Llegué muy cansado. Yo creo que lo de las vacaciones está bien, pero debería haber unas así como “posvacaciones”, que vendrían a ser algo parecido a unas “vacaciones de las vacaciones”. En las “posvacaciones” uno descansaría de los ajetreos y maltratos propios de estas idas (que más que idas parecen idus) y regresaría uno al trabajo tan campante y cargado de optimismo. No que así, tornamos derrengados y achacosos a nuestros deberes; y si, como es mi caso, que al sol no puedo ni verlo, mucho peor. En mi otra vida tuve que ser vampiro pues en cuanto el astro rey me empieza a rozar la piel, así sea de refilón, ahí nomás comienzo a chamuscarme. Y conste que no fuimos a un destino de playa.

Todo porque cumplí a cabalidad el objetivo ese de patear arriba y abajo los lugares por donde anduve y ese sol abrazador me abrazó más que nunca por lo que traigo ronchas y sarpullido en zonas de mi cuerpo prieto y pachón que no sabía que podían ponerse así de inquietas. El bloqueador me sirvió para dos cosas a pesar de que en las mañanas salía de la habitación con cara de niño negro queriendo jugar a ser blanco. Parecía pastel de chocolate con betún de vainilla. En la nuca traigo una especie de concha de armadillo que me hace sentir un “Pípila” en ciernes y en las manos, una comezón que parezco ardilla. Ni modo.

Como sea, el objetivo parcial de las vacaciones -leer como loco- se cumplió a medias; y tuvo efectos colaterales propicios e inesperados: El Adolfo decidió entrarle sin titubeos a un novelón larguísimo, mil 502 páginas, que en mis mocedades me llenó de miedo y júbilo a partes iguales: It (“Eso”), de Stephen King1 -cuya película fue motivo de honda decepción-. Yo leí once novelas y dos ensayos: La Mujer del Novelista;2 La Sirvienta y el Luchador;3 Leyendas de los Otori;4 El Caballero de San Petersburgo;5 El Hombre con Cara de Asesino;6 Hablar Solos;7 El Cuerpo Expuesto;8 La Analfabeta que era un Genio de los Números;9 Odiseo. El Juramento;10 Margarita, está Linda la Mar;11 La Agonía del Cristianismo;12 e Incógnito. Las Vidas Secretas del Cerebro.13 Me conozco, cuando llevaba tres libros leídos, calculé que los siete que originalmente cargaba en mi equipaje no me iban a bastar y me compré otros seis por si las moscas. Tampoco vaya a pensar mi reducido (e incrédulo) público lector que leí de cabo a rabo la Enciclopedia Británica; algunos libros, La Agonía del Cristianismo, por ejemplo, es una edición de bolsillo de solo 124 páginas que se lee de un tirón.

No voy a incurrir, por enésima vez, en el lugar común de describir cómo o porqué, los libros influyen en nuestras vidas; los libros nos habitan o no; nos conmueven, nos sacuden o nos transforman y eso depende del gusto particular de cada uno. Sin embargo, lo cierto es que la literatura constituye un instrumento insustituible para conocernos mejor; para adentrarnos en los entresijos de sí mismos alumbrando los rincones de los miedos, las dudas, los rencores, los complejos, las inseguridades, etc.; auxiliándonos en la tarea de comprendernos, de asimilarnos; o, por lo menos, de confortarnos con la certeza de que no estamos solos en nuestras angustias. Escribe Andrés Neuman: “Me pregunto si, quizá sin darnos cuenta, vamos buscando los libros que necesitamos leer. O si los propios libros, que son seres inteligentes, detectan a sus propios lectores y se hacen notar. En el fondo todo libro es el I Ching: Vas, lo abres y ahí está, ahí estás”.14

Yo los gocé todos aunque no me gustaron igual. Obligado a recomendar uno o varios -me lo pidieron algunas de mis queridas lectoras y apreciables lectores-, me quedo con cinco (en ese orden): “La Analfabeta que era un Genio de los Números”, “Odiseo. El Juramento”, “Margarita, está Linda la Mar”, “La Agonía del Cristianismo” e “Incógnito. Las Vidas Secretas del Cerebro”.

“La Analfabeta que era un Genio de los Números” me llegó de la mano generosa y cómplice de Adriana quien me la regaló con motivo de nuestro 20º aniversario. Ya antes, para mi cumpleaños, me había regalado, del mismo autor, “El Abuelo que saltó por la Ventana y se largó”.15 Buenísima; tanto, que ha vendido más de 6 millones de ejemplares en tiempo récord; en tanto la crítica ha catalogado la cinta que se basa en ella, como la película sueca más taquillera de todos los tiempos. Ambas: Divertidas, inteligentes, desenfadadas, estimulantes, críticas.

Continuará…

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com

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