¿El talento se hereda o se adquiere?
En mi humilde opinión, Maradona es el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Como suele pasar con los virtuosos, hacen parecer fácil lo difícil: esquivar jugadores, habilitar magistralmente a sus compañeros y hasta parecía estar mentalmente por encima de los 21 jugadores con los que compartía el campo de juego.
¿Podrá alguno —de los tantos— hijos de Maradona reencarnarlo en el campo de juego y lograr las epopeyas de su padre? O en otras palabras… ¿logrará alguno de sus hijos heredar su talento?
A lo largo de la historia, hay casos sorprendentes de generaciones que llevaron estampado en su sangre algún don determinado. Un claro ejemplo es la familia Bernoulli. Esta familia dio origen a decenas de genios matemáticos, los cuales engrosaron los conocimientos de varios campos de la matemática y física, como la dinámica de flujos y cálculo infinitesimal.
Tanto la ciencia dura como la psicología trataron de desentrañar la naturaleza del talento. ¿Tendrá un componente genético o ambiental? ¿O una mezcla de ambos? Veamos que dicen los especialistas…
El ambiente es más importante de lo que se creía
Keith Allison/Vía: Flickr
Cuando oímos a un intérprete tocar un solo de violín solemos decir: «Me gustaría ser tan talentoso». Usamos esa expresión aludiendo a que esa persona tiene una suerte de ADN propicio para desarrollar esa tarea.
Sin embargo, los experimentos no apoyan esta idea estrictamente genética del talento.
Tomemos por ejemplo un pintoresco experimento llevado a cabo hace un tiempo atrás, nada menos que a fines del siglo XIX. Alferd Binet, un psicólogo francés, comparó a dos prodigios matemáticos con dos cajeros comerciales de París con 14 años de experiencia en el oficio. Los cajeros nunca habían mostrado en el transcurso de sus vidas haber tenido una facilidad innata para hacer cuentas mentalmente.
Binet le dio, tanto a los prodigios como a los cajeros, una serie de problemas de multiplicación de tres y cuatro dígitos y comparó el tiempo que les llevó en resolverlos. ¿Se pueden imaginar quiénes resolvieron las cuentas en menos tiempo? Probablemente acertaron: los cajeros. La práctica, en sí misma, fue suficiente para que personas «normales» superaran a los genios matemáticos. Este experimento apoya una idea muy instaurada por los especialistas: no hay evidencias que denoten diferencias de capacidad cognitivas para las matemáticas en las personas.
Volviendo al mundo musical, un interesante trabajo encontró que los artistas más hábiles no adquieren su conocimiento más rápido que aquellos músicos con menos pergaminos. La única diferencia es que los músicos más dotados practican una mayor cantidad de horas. Investigaciones posteriores apoyaron estas ideas, se cree que la causa última del virtuosismo de estos artistas son causa de la intensa tutela y estimulación de sus padres.
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En este sentido, Tiger Woods, golfista norteamericano multicampeón, fue considerado un verdadero milagro en el deporte cuando se proclamó vencedor del U. S. Masters con solo 21 años. Los encabezados de los periódicos resaltaban: «El jugador más talentoso de todos los tiempos». Pero los periodistas seguramente no contaban con que los padres de Tiger le obsequiaron un palo de golf para su primer año (así es, probablemente el joven Tiger era la mitad de su regalo) o que a los 5 años ya había acumulado más horas de práctica que la mayoría de nosotros podría acumular en nuestras vidas.
Todo es procesado por nuestro asombroso cerebro y el aquí también juega. Un estudio hecho con taxistas de Londres demostró que el área del cerebro vinculada a la navegación espacial, está significativamente más desarrollada en ellos comparado a personas que no ejercen tal oficio. Pero lo importante es que no nacieron con esa área del cerebro tan estimulada, sino que lo adquirieron con el tiempo y la práctica.
Inteligencia y herencia
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No tenemos una definición inequívoca de la inteligencia. Es una palabra que usamos constantemente pero no sabemos realmente lo que significa (como tantas otras). Lo cierto es que los científicos suelen emplear el coeficiente intelectual (C. I.) para tener una estima de la inteligencia de una persona.
Con el tiempo los especialistas se fueron convenciendo de que, en los años de crecimiento de una persona, la inteligencia está más moldeada por el entorno social que por los genes del individuo. Por ejemplo, científicos de Boston hallaron que el C. I. de niños que vivían en zonas de alta polución, como podría ser cerca de las vías de un tren, es tres puntos menor que el C. I. promedio de niños de la misma edad con viviendas rodeadas de aire más limpio. En este ejemplo, el aire viciado del entorno repercute negativamente en las funciones neuronales de los niños.
El nivel socioeconómico se cree que también repercute de gran manera en la inteligencia. Niños que padecen de estrés crónico causado por hábitos marginales, negligentes y de gran presión mental son particularmente susceptibles. Un estudio en New York descubrió que los niños provenientes de familias pobres poseen, en promedio, 10% menos de memoria que niños provenientes de familias de clase media. La causa de este fenómeno sería la repercusión del estrés crónico sobre el hipocampo, encogiendo a esta estructura e inhibiendo así la formación de nuevas células nerviosas.
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El otro lado de la moneda indica que el C. I. de los niños aumenta con cada año escolar. Durante la Segunda Guerra Mundial, un gran porcentaje de niños en Holanda comenzó a tomar clases algunos años tarde debido a la ocupación Nazi. El promedio del C. I. de estos chicos fue 7 puntos menor que el promedio de niños que comenzaron el ciclo escolar normalmente luego de la guerra.
¿Y qué nos dicen de los genes? Todo parece indicar que no existen unos pocos «genes de inteligencia», sino que habría cientos o miles de elementos genéticos que determinarían nuestras habilidades cognitivas. Lo que está claro es que esta «potencialidad genética» depende directamente del entorno, si la persona es asistida y si permite ser ayudada.
Como pueden apreciar, el desarrollo cognitivo es un proceso multifactorial y complejo. Tal vez si los hijos de Maradona pasen unas suculentas horas al día jugando con la pelota podrán ser lo que alguna vez fue su padre, pero… ¿esto es alguna garantía?
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