El régimen de Hitler criminalizó incluso las drogas, aunque el Pervitin fue la excepción, por sus impresionantes efectos en los soldados, quienes, dicen, luchaban hasta tres días y tres noches tras tomarlo, aunque con consecuencias a largo plazo.
En 1939 la desarrollaron estudiantes universitarios y para la invasión de Polonia, más tarde ese mismo año, el ejército aprobó la droga entre sus tropas.
De hecho distribuyó 35 millones de pastillas de Pervitin e Isophan, una versión más ligera, entre los soldados que lo llamaron “chocolate del tanque”.
Los doctores en 1940 tenían la orden de dar una tableta al día, dos por la noche, y de nuevo, una o dos cada tres horas si era necesario.
Un caso importante es la batalla en Obliansk en enero de 1942, cuando alemanes sufrían frío de -30º C cuando caminaban para alejarse de los rusos, lo que prolongó su camino a más de seis horas, en algunos casos, con nieve hasta la cintura.
El pelotón de soldados caía rendido uno por uno cuando el encargado sanitario distribuyó el Pervitin, como último recurso.
“Los hombres, de repente, empezaron a sentirse mejor. Las filas de marcha volvieron a formarse y cada uno ocupó su lugar, mejoró su ánimo y se estuvieron más alerta,” escribió el sanitario en su informe.
Esta droga generaba euforia, eliminaba la necesidad de dormir, aunque a los soldados les daba consecuencias de mediano y largo plazo.
La adicción trajo consigo efectos como sudoración, mareo, depresión y alucinaciones. A algunos soldados les falló el corazón. Otros experimentaron episodios psicóticos.
El escritor alemán Norman Ohler, autoridad sobre el uso de drogas entre los Nazis, afirma que la invasión de Francia la lograron mediante las drogas, pues en la batalla de las Ardenas, al momento de dormir, tomaron los estimulantes y los soldados permanecieron despiertos tres días y tres noches para la batalla.
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