La tuberculosis, una enfermedad producida por la bacteria Mycrobacterium Tuberculosis, es una de las más mortíferas de toda la historia de la humanidad. Durante miles de años, acabó con la vida de millones de personas alrededor del mundo, sin que pudiera hacerse mayor cosa por salvar sus vidas.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, gracias a la ciencia, se pudo conseguir una vacuna para erradicar esta mortífera enfermedad. Este mal ataca cualquier órgano del cuerpo, pero principalmente ataca los pulmones del enfermo, produciendo infección generalizada y convulsiones que, de no tratarse a tiempo, son potencialmente mortales.
La tuberculosis se transmite generalmente por vía aérea. La persona contagiada expectora con violencia y su saliva lleva el bacilo que causa la enfermedad, transmitiéndola de este modo a su entorno más inmediato.
Sin embargo, esta enfermedad no se transmite por estrechar la mano del enfermo, tampoco por compartir cubiertos, ni por besos, así como tampoco por sentarse en la misma silla del enfermo, como piensan muchas personas.
Esta enfermedad es más factible que se dé entornos de miseria extrema, con pobres condiciones higiénicas y sin limpieza adecuada periódica.
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Este mal, durante el periodo conocido como latencia, puede pasar desapercibido para el enfermo quien no siente ningún tipo de malestar derivado de la enfermedad. A medida que la infección avanza, irá multiplicándose en el cuerpo hasta, ya de manera crónica, manifestarse en un estado avanzado para el paciente.
De esta manera, muchas personas pueden estar con la tuberculosis mientras su sistema inmunológico esté saludable, pero en el momento en que caigan enfermas por otra causa, la tuberculosis aprovechará esta situación para invadir todo el cuerpo, agravando el estado del enfermo. Los pacientes inmunodeprimidos son más susceptibles de muerte por tuberculosis.
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Aunque la tuberculosis se encuentra controlada por la medicina desde hlos años 50, en algunos lugares del mundo con índices de pobreza extrema como África, la India, el Sureste de Asia y otros sitios remotos, donde la civilización y sus avances tardan en llegar, aún es la causa de muerte de muchas personas.
Es necesario estar atento ante cualquier síntoma extraño, dado que como vimos, existe un periodo asintomático de latencia de esta enfermedad. Hay que estar atentos a síntomas como tos que dura más de tres semanas, expectoración sanguinolenta, dolor en el pecho, fiebre, cansancio o pérdida de apetito.
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