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Reir llorando,,,por Luis Villegas Montes

Escribir estas líneas demandó un gran esfuerzo de mi parte. Simple, lisa y llanamente no hallaba qué escribir. Incluso, hice una miniencuesta entre los miembros de mi familia y los resultados fueron más o menos así: Adriana dijo que tenía que escribir algo alegre, algo divertido; que ya estaba bueno de tragedias; que para desgracias la suya pues no tenía que ponerse mañana (o sea hoy). Adolfo dijo que no; que escribiera sobre sus hijos y la escuela; yo lo miré con fijeza y le dije: “No, porque ya habíamos decidido no escribir sobre tragedias”. María propuso un tema más profundo; yo digo que inspirada en José Alfredo (Jiménez), se puso filosófica y me sugirió escribir una reflexión de porqué las personas, después de tantos años, incurrimos en los mismos yerros del pasado; ella no lo sabe pero ya el “Hijo del Pueblo” se nos anticipó y nos brindó la respuesta: Siempre caemos en los mismos errores y terminamos por brindar con extraños -y llorar por los mismos dolores-, por la simple y sencilla razón de que nada nos han enseñado los años. Al último que llamé fue a Luis: “¿Ya escribiste del Aeroshow?”; “Ya”, fue la escueta respuesta. “Bueno, ¿Qué otro problema hay?”; “uffff”; colgué. Lo dicho: No quiero escribir de tragedias (No sé porque razón tengo fama de escribir sobre desgracias).

Ninguno de esos temas me agradó. Y les voy a decir la razón: De pronto sentí que escribir estas líneas en tono festivo parecía excesivamente superficial: La realidad circundante pareciera demasiado hostil; demasiado amarga; como si la cabida para el júbilo en nuestras vidas pudiera resultar un alarde inadmisible de frivolidad en el aluvión de noticias que, de malas, frecuentemente pasan a ser peores. Luego pensé que la solidaridad con la aflicción o el dolor que no son propios, para serlo, no requiere de solemnidades. El llanto o la risa son relativos. No necesariamente reflejan, siempre, el verdadero estado del alma. Viene a mi mente un poema de Juan de Dios Peza del que les dejo unos pocos párrafos:

“¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora,
el alma gime cuando el rostro ríe!

Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma,
un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas”.

Así, no siempre la palabra festiva reniega o se burla de la pena ajena; en ocasiones, no nos queda otro remedio más que la risa; ese bálsamo para el alma; desternillarse de risa, reír hasta que se nos salten las lágrimas, reír a carcajadas, perder el aliento de tanto reírnos mientras nos sujetamos la panza (los que tenemos) es en ocasiones el único antídoto contra la fealdad del mundo; y reír resulta, entonces, la única salida, la única vacuna, la única ventana, la única alternativa, la única -la última- posibilidad. Por eso, los regímenes totalitarios le tienen tanto miedo a la risa; saben de su fuerza arrasadora, el poder inmenso que yace detrás de la risotada; máxime cuando somos capaces de reírnos de nosotros mismos como preámbulo para poder reírnos de todo lo demás.

Esta semana no es que no tuviera de qué escribir. Es que había demasiado. Desde los palos de ciego del Gobierno en el asunto del “Aeroshow” que se viste de ridículo todos los días, hasta las pavorosas consecuencias de la reforma fiscal en puerta. Y…

Y aquí había unos párrafos que pretendían invitar al gentil lector, a la querida lectora, a una profunda reflexión sobre la risa, el llanto, la desgracia y la vigor inmenso que pulsa detrás de la tragedia, la íntima comunión que los hermana, pero vino la Selección Mexicana a perder frente a Costa Rica en un patético 2-1 y todo se fue al carajo. Yo ya no sé si esto es burla o maldición.

En el susidio, en la zozobra de saber si México iba a ir o no al Mundial, todo parecía dicho; yo hasta prefería que no fuéramos (dijo la mosca), con tal de que esta vergüenza sirviera de público escarnio para ver si, como Nación, nos deja algo que nos sirva para la reflexión y la autoenmienda; pero no, cuando ya todo parecía resuelto con ese lamentable marcador, en el último momento viene Estados Unidos y le mete 3 a 1 a Panamá; con lo cual, México, otra vez, como desde hace semanas, meses, años, está pendiente de una definición. Millones de mexicanos (sí, sí, claro que me incluyo), ahí estamos, con el alma pendiente de un hilo y el Jesús en la boca sin saber qué pedir: Si que no vayamos, por mediocres, por conformistas, por agachones (no sé por qué este tema me recuerda el asunto de las elecciones) o que sí vayamos, total, los mundiales se juegan solamente cada 4 años y ¿qué sería de nosotros sin el futbol mundialista?

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com

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