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El ahorcado…por Rafael Velázquez Ramírez

EL AHORCADO

(¡Fasten Belt!)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ

(ONASSIS)

Amanecía radiante la mañana en La Perla, Minas de Fierro, Chihuahua. Era el verano de 1978, este humilde servidor contaba doce escasos años y estaba en segundo de secundaria. Las vacaciones “grandes” siempre las pasaba en casa de mis abuelitos paternos: Mi Mamá Có y mi Apá Meño… Ese amanecer veraniego una furtiva sombra irrumpió en mi habitación. Sentí una presencia junto a mi cama y una potente voz se dejó escuchar:

–          ¡Levántate barrigón! –bramó la voz sacándome de los brazos de Morféo… Entre abrí los ojos vi la figura atlética y pelirroja de mi  tío Adán (hermano de mi papá Rafael), con los brazos en jarras observándome con manifiesta repugnancia.

–          ¡Qué te levantes panzón! –insistió el “gorrión”, (que así le dicen a mi tío).

–          Ni creas que voy a salir a correr contigo a estas horas de la madrugada –le informé regodeándome en la sábanas.

–          ¡Por eso estas como marrano! –sentenció el “cuate”, (esto porque es gemelo de mi tía Eva Yolanda). Luego se abalanzó sobre mi rotunda humanidad y empezó a apretarme las lonjas y a  jalarme los cachetes.

–          ¡¡¡Noooo!!! –bramé- ¡Vas a ver con mi mamá Socorro, le voy a decir que me estás molestando!…-Mi tío cambió como por ensalmo y añadió:

–          No te creas barrigoncito… Ándale levántate porque ahora de voy a enseñar a conducir…

–          ¿A qué? – pregunté sobándome el tocino meridional.

–          ¡A conducir barrigón!… ¡A manejar!… – Aquí cabe un paréntesis: Mi tío, Adán Alberto, es un purista del lenguaje.(Con decirles que a él nunca le duele la cabeza: Le dan “jaquecas”)

–          ¿Adió? (¡salud Cármen!)  -dije sin creer lo que escuchaba- ¿De veras me vas a enseñar a manejar?…

–          ¡Claro que si barrigón! –dijo aproximando su rostro al mío y puede comprobar todo lo que se parece a Pedro Infante… En pelirrojo ¡claro!.

Mi tío Adán me enseñó el uso del freno, el acelerador, el clutch (que él le dice “embrague”. Les digo que es un purista). Las posiciones de la palanca (vástago, dice el “gorrión”) de las velocidad; a utilizar la manejadera (volante, Adán dixit); el funcionamiento de la batería (acumulador, proclama Adán) Y todo lo demás (porque los paréntesis ya me están mareando)… ¡Hubieran visto al lechoncito Velázquez Ramírez, muy orondo, ante los controles de una Cheyenne roja rumbo al campo de aviación de La Perla!…. ¡Aquello fue apoteósico!… Y Adán fue implacable, me aleccionó profundamente en todo lo relacionado a las leyes y las señales de tránsito. Me indicó como cambiar una llanta, como pasar corriente, como remolcar un auto, en fin, hasta a encender la radio me enseñó…. Sin embargo (iba a poner “pero”, pero ese es terreno de la bella Herlinda), algo sucedió cuando le pregunté para que eran unos pedazos de lona terminados en un seguro de acero que salían de la parte superior de la camioneta. Me respondió que no sabía, que le iba a preguntar a mi Apá Meño. Los amarró entre sí mismos (para que no golpearan) y nos olvidamos del asunto… Como el inteligente lector y la bella y segura lectorcita ya lo habrá adivinado, se trataba de los ¡Cinturones de Seguridad!. Sí, esos que si uno no se los pone, en caso de un encontronazo con otro automóvil, barda o semoviente, se rompe todo el océano pacifico el índico y el atlántico, por no hablar de las penínsulas aledañas y los atolones circunvecinos… No cabe duda: al mejor cazador se le va la liebre… Yo no culpo a mi tío por dejar esa laguna en mi instrucción como conductor (de automóviles), ni tampoco se lo reprocho, ya bastante ha hecho dándome luces en este pedregoso camino que resultó ser la vida… Lo que llama la atención es como siempre le damos prioridad a lo urgente y nos olvidamos de lo importante. Yo estaba más entusiasmado en acelerar que en cómo detenerme, y mi tío  en ver mi rostro feliz al ver por fin cumplido mi anhelo de aprender a manejar… Continuará

PD. Después de la tempestad: viene la cruda… Para todos aquellos, sobre todo aquellas, que tuvieron a bien reconvenirme, vía palabras y hechos, por dejarlos en una afonía literaria imperdonable. Os conmino a que cesen vuestras injurias, maledicencias, denuestos y amenazas de violencia física, porque va a haber para todos y ¡bastante!… Gracias inteligente lector y bella y perdonadora lectorcita, por haceros de la vista gorda ante la negligencia, abulia y acedía de este humilde y peloncito mancha páginas… ¡¡¡ABUR!!!

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