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Por el bien del pueblo (capítulos 15,16 y 17)


PARTE II

15. La olla tapada

Independientemente de sus convicciones políticas personales, el Padre Chente acató el llamado de su superior jerárquico y suavizó en sus sermones la arenga, limitándose a la exégesis de los textos bíblicos del día y a conminar al voto en conciencia.

Se sentía humillado porque consideraba que el Obispo había dado más oídos a sus detractores que a su palabra y argumentos.

Macilento, su discurso se volvió anodino.

Pero esto, en vez de amansar las aguas, las agitó.

La parte priísta de la grey católica pregonaba su triunfo sobre lo que llamaba la “campaña eclesiástica panista”, mientras que su contraparte albiazul removía el resentimiento de la comunidad hacia el Obispo, hablando de presiones por intereses personales del jerarca.

Bajo la apariencia de normalidad, se enfrentaban los grupos políticos antagónicos.

La “olla de grillos” se había tapado, pero bajo esa tapa bullía incesantemente.

16. La elección en el PRI

El PRI sorprendió a propios y a extraños con un nuevo procedimiento para elegir a sus candidatos: ni más ni menos que ¡una consulta popular, abierta a la ciudadanía, sin importar su filiación política!

Era algo inédito, inconcebible.

Pero surtió un efecto muy favorable para el partido.

El procedimiento se denominaba “elección directa con miembros y simpatizantes”.

Toda la gente hablaba de este nuevo procedimiento. Bastaría mostrar la credencial de elector en las mesas receptoras que se instalarían por todos los municipios, y con ello votar a favor de alguno de los precandidatos.

Hubo quien dijo que era el hara-kiri del partido: la oposición se lanzaría a votar por el peor de los aspirantes, para restar fuerza al partido en las elecciones.

Pero también hubo quienes felicitaron esta apertura: ¡por fin la democracia, en su más amplia concepción, imperaría en el proceso interno del partidazo! Y esto significaba enviar un mensaje a la ciudadanía. Las elecciones constitucionales se realizarían en un marco de transparencia, respetando la voluntad del pueblo.

De nueva cuenta, el estado se convertía en el laboratorio político del país; y era el PRI el actor principal.

A Ricardo Estrada, Presidente del CDM del PRI, la situación lo mantenía en un estado de tensión constante, por la incertidumbre.

Eugenio Prieto, el Comisionado del CDE, en cambio, se mostraba optimista.

—¡Ve nada más el revuelo que hemos armado, Ricardo! No se habla de otra cosa que de nuestro proceso interno. Y ya verás, en cuanto tengamos candidato, la gente se va a arremolinar en los actos de campaña, ¡ya lo verás!

—¡Quisiera tener tu seguridad, Eugenio! Pero sigo teniendo muchas dudas con este procedimiento.

—Pues haces mal, mi amigo. En primer lugar, te quitas un peso de encima, porque nadie podrá decir que lo desamparaste para proteger a otro en la interna. ¡Tú no tienes nada qué ver! La gente, la ciudadanía, es la que va a decidir. Ni siquiera vamos a ser nada más los priístas. Y luego, imagínate, ¡piensa! El que salga candidato, va ya en la mente de la gente como el seleccionado por el pueblo, no por los priístas. De esta forma, la elección constitucional va a ser en realidad una ratificación de este proceso. ¡Piénsalo tantito, y verás que tengo razón! Al elegir de esta manera a nuestros candidatos, ¡ya ganamos la elección, Ricardo!

—Pues sí le veo la lógica, pero no sé; a lo mejor dejar tan suelto el proceso de selección interna es lo que me hace sentir tan inseguro, ¡no sé!

—¡Vamos, hombre! ¡Ánimo! ¡Ten confianza! Si no se hubiera estudiado a fondo, medido hasta sus últimas consecuencias, ¿tú crees que habríamos implementado este procedimiento? ¡No, Ricardo! Todo se calculó. Todos los posibles escenarios se previeron. ¡Y lo mejor de todo, es que la oposición no va a tener tiempo de neutralizar esta bomba que hemos estallado en la opinión pública! Nunca habíamos podido tener como ahora, la certeza del triunfo.

Por su parte, los precandidatos se hacían lenguas. Este nuevo procedimiento les cambiaba todas las estrategias.

Claro, había que convencer a los cuadros del partido para que votaran por ellos, pero había que hacer alguna propuesta hacia afuera también, para que la opinión pública se inclinara en su favor, ya que la elección “interna” estaba abierta a toda la ciudadanía.

¡Ahora sí que habían apabullado a los panistas, tan orgullosos de su proceso de selección de candidatos!

Sin embargo, no todo era miel sobre hojuelas. En vista de que este procedimiento podía recibir en un momento dado el voto de miembros de la oposición, era necesario minimizar el efecto negativo que esto pudiera causar para los precandidatos.

Esto generó de inmediato un acuerdo tácito, que en pocos días se volvió explícito entre los grupos de Luciano Anaya, Miguel Rodríguez y Nabor López. Acordaron sacar de la contienda a Omar Fernández.

Se reunieron un par de ocasiones y redactaron un escrito que presentaron, firmado por los tres precandidatos, a la Comisión Municipal de Procesos Internos, con copia para la Presidencia del CDM y para Eugenio, el Comisionado Estatal.

Consistía en una Protesta, sustentada en el Reglamento de Elección de Dirigentes y Postulación de Candidatos y en el artículo 166, Fracciones II, IV y XI de los Estatutos del Partido.

En el documento, se protestaba la resolución aprobatoria del dictamen de aceptación de la precandidatura del aspirante Omar Fernández, alegando que no cumplía con los requisitos estipulados en la normatividad citada, al no contar con tres años de militancia, haber sido militante de la oposición y candidato a puesto de elección popular por el PAN, además de Diputado Suplente, entre otras argumentaciones.

Transcurrieron las 48 horas que el Reglamento otorga a la Comisión para dictaminar una Protesta, luego de las cuales se apersonaron en las oficinas del Partido los tres precandidatos promoventes, Luciano Anaya, Miguel Rodríguez y Nabor López.

Los recibió José Martínez, Presidente de la Comisión Municipal de Procesos Internos, acompañado de Ricardo y Eugenio.

Luego de los preámbulos consabidos, Miguel Rodríguez lanzó la pregunta:

—Y bien, señores, ¿qué respuesta nos tienen?

Nervioso, revolviendo papeles y carpetas sobre el escritorio, les respondió Pepe Martínez:

—Mira, Miguel, compañeros. Es bastante complicada esta situación, pero creo que tenemos la madurez política necesaria para enfrentarla… lo que sucede es que no podemos resolver a su favor la protesta, señores precandidatos…

—¡Pero cómo! -lo interrumpió Nabor-, ¿no está bastante claro que Omar no cumple con los requisitos para ser candidato a ningún puesto de elección popular? ¿Qué te pasa, Pepe? ¿Qué les pasa, compañeros?

—Calma, calma, señores -continuó Pepe-. Déjenme explicarles. Miren: Omar cuenta con Dictamen de la Comisión de Justicia Partidaria, lo que lo hace un militante con todos los derechos. Además, ustedes consintieron en su registro, ya que no lo protestaron, sino que su protesta es contra el dictamen favorable de esta Comisión. Y por último, su protesta se presentó extemporáneamente, ya que habían transcurrido las 24 horas que marca el Reglamento para presentarla. Por todo eso, y además, señores precandidatos, por la salud del proceso, apelo a su convicción política para que acepten este dictamen y permitan que el procedimiento de elección de candidatos continúe de forma normal.

—¡De forma normal! -se exaltó Miguel-. ¿Crees que es normal entregarle la candidatura del partido a un destacado miembro de la oposición, Pepe? ¿Y tú Ricardo? ¿Estás de acuerdo con esta arbitrariedad? A Eugenio ni le pregunto, porque ya sabemos que en el Estatal cuidan sus intereses, no los nuestros. Y desde luego, la influencia de Omar, pero sobre todo de su papá, ya debe haber llegado hasta allá. De otra manera no me explico cómo es que se quedan tan tranquilos frente a esta situación.

—¡Cálmate, Miguel! No se trata de eso. Tenemos un Reglamento y unos Estatutos que se están aplicando al pie de la letra. No se trata de nuestra opinión, sino de las disposiciones del Partido para este caso -trató de mediar Ricardo.

—¡Vámonos, señores! -rugió Miguel-. Creo que nos equivocamos de oficina. Yo creí que esta era la del PRI, pero parece que es la de la oposición. ¡Vámonos!

—¡Pero esto no se ha terminado! -amenazó Luciano, recogiendo el documento que le entregaba Pepe con el Dictamen-. Vamos a acudir a la instancia superior. ¡No podemos permitir que se entregue el Partido!

Y salieron furiosos, dejando desolados a José, Ricardo y Eugenio.

Y desde luego que iban a buscar respuesta en otros ámbitos.

17. La Convención panista

Fiel a sus tradiciones, el Partido Acción Nacional fue cerrando los ciclos uno a uno.

Lanzó y difundió una campaña dirigida a miembros, adherentes y simpatizantes, a fin de que se registraran como delegados a la Convención Municipal donde se elegiría al candidato que abanderaría al Partido en los próximos comicios municipales; aunado a ello, se elegiría la planilla de Regidores aspirantes a conformar el Ayuntamiento.

Paralelamente, convocó a los interesados en las candidaturas a presentar planillas para contender por la candidatura oficial del Partido.

La radio, la prensa y la televisión local difundieron ampliamente la información. En las oficinas del Partido se colocaron los avisos correspondientes, y cada semana, en la reunión del Partido, se hacía hincapié en las convocatorias, invitando a los asistentes a que a su vez les dieran a conocer en sus ámbitos de influencia.

La primera que cerró fue la de aspirantes.

Como era de esperarse, y a pesar del nerviosismo de Fernando Durán, el Diputado local que presentó en tiempo y forma su registro, sólo él y su planilla se inscribieron al proceso.

De esta manera, no hubo necesidad de desgastarse en una campaña interna.

Esto hacía que la Asamblea convocada se convirtiera en Asamblea de Ratificación y no en Asamblea de Elección de Candidatos.

Ni siquiera se vieron enredados en negociaciones por las posiciones de Regidor. Nadie se acercó, permitiéndoles total libertad en la integración de la planilla.

Sin embargo, Fernando tuvo el cuidado de involucrar en la selección de candidatos al Comité Directivo Municipal. No es que les hubiera ofrecido espacios para proponer candidatos, pero tuvo la cortesía de presentarles su lista de prospectos para que la revisaran. Sabían bien ambas partes que lo único que podía hacer el CDM era dar su visto bueno, pero el hecho en sí, dejaba bien paradas a las dos instancias y mantenía en el nivel de cordiales las relaciones.

Porque sabían que, una vez adentrados en la campaña, comenzarían los estira y afloja, las rispideces.

Así que valía más dejar los choques para cuando fuesen inevitables.

Se anunció a los asistentes a las reuniones semanales que, una vez cumplidos los plazos, sólo se tenía registrada la precandidatura de Fernando Durán. No hubo reacciones extremas, sí algunos comentarios mordaces, pero no mucho más. Finalmente, llevaban tres años esperando que eso mismo sucediera.

Venció luego el plazo para el registro de delegados a la Asamblea, con los problemas de siempre: panistas de toda la vida, incluso ex candidatos, que habían sido “rasurados” del padrón. O bien, aquellos que a pesar de los avisos, incluso personalizados y entregados por lista de correos en sus domicilios, no habían acudido a tiempo a realizar su registro y que ahora tendrían que ver los toros desde la barrera, ya que no tendrían derecho a ejercer un voto que, finalmente, sólo podría ser emitido a favor del único candidato. En fin, las situaciones normales que el Partido enfrentaba en cada proceso de elecciones a cualquier nivel, pero que de alguna manera se “calentaban” más en las elecciones locales.

Finalmente, se llegó el día de la Asamblea para ratificar la candidatura de la planilla registrada.

Desde temprano, se instalaron las mesas de registro a la entrada del salón del PAN, con las listas de los delegados acreditados.

Conforme iban llegando, se formó una fila para el registro. Se ubicaban en la lista, haciendo constar su asistencia con su firma y recogiendo el folleto informativo, un voto para manifestarse y el Himno del Partido en un cartoncito del tamaño de un calendario de bolsillo.

Poco a poco el salón se fue llenando. Fernando y los aspirantes a Regidores, junto con los suplentes, arribaron temprano y se paseaban nerviosos de las oficinas al salón. Esperaban la llegada de los representantes del Comité Directivo Estatal, que llegaron al filo de las diez de la mañana, hora programada para dar inicio a la Asamblea.

Sin embargo, puesto que todavía había fila para el registro de delegados, hubieron de esperar a que el proceso concluyera y, ya cerca de las once de la mañana, por fin instalar el presídium y declarar la apertura de los trabajos de la Asamblea.

Se rindieron honores al Lábaro Patrio, se entonaron el Himno Nacional Mexicano y el Himno del Partido. Se dio lectura al Orden del Día, que la Asamblea aprobó sin modificaciones, y se procedió a dar a conocer oficialmente la planilla registrada.

La encabezaba Fernando Durán, con la C.P. María Dolores Rico como suplente. Y luego una lista de ocho Regidores Propietarios y los respectivos suplentes. La lista estaba conformada alternadamente por una mujer y un hombre, y las parejas de propietario y suplente estaban también compuestas de un hombre y una mujer, de forma que el equilibrio de género quedaba en un exacto 50%, muy por encima del 30% mínimo de espacios para cualquiera de los géneros que establecía la legislación.

Una vez leída, se dio paso a un par de oradores que destacaron la trayectoria política del Diputado Durán, luego de lo cual se pidió a la Asamblea que manifestara su ratificación, mostrando en alto el voto que habían recibido al momento del registro.

Se decretó unanimidad, ignorando a algunos abstinentes, y se abrió un espacio para que el candidato electo dirigiera un mensaje a la Asamblea.

Eufórico y recuperada su seguridad, los arengó Fernando, llamando a su lado a la planilla entera y desde luego, a Flor, su esposa, y a Anahí, su pequeña hija.

La Asamblea terminó con una comida, en la que departieron todos, aprovechando la gente para acercarse a Fernando a plantearle sus inquietudes, como si fuera ya el Presidente Municipal.

La próxima semana los capítulos 18, 19, 20 y 21.

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