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Días Fastos…por Luis Villegas

Los últimos cinco días estuve muy ocupado en no hacer nada. Prácticamente, permanecí incomunicado: Ni celular, ni Internet, ni teléfono, ni mensajitos; nada de nada. El día de hoy asomé la cabecita y di muestras de vida; la frase recurrente de propios y extraños fue más o menos la siguiente: “¡Vaya, hasta que por fin apareces!”. Yo los miro y no sé de qué hablan. El cielo permanece igual de azul, el sol brilla con idéntica intensidad que hace una semana y, con eso de que subí dos o tres kilitos, salgo a leer y chisporroteo en el parque de enfrente mi casa de tal suerte que parezco luz de bengala de tanto calor. No sé de qué hablan ni qué acontecimiento memorable me perdí; máxime que los de Semana Santa son días “de guardar” -como diría mi abuelita- y no la excusa ideal para salir de vacaciones a tostarse en alguna playa mexicana (sí, lo admito: La envidia me corroe).

Como sea, el asunto es que apenas hoy empecé a leer mi correspondencia y en una de tantas cuentas, ahí estaba el correo que les transcribo parcialmente a continuación; cabe señalar que su autor no me ha autorizado su difusión, por lo que omito su nombre y me quedo con lo medular: “Estimado Luis, te comento que me encuentro en El Paso por motivo de la Semana Santa. Fui por mi hijo a la high school y platicando con él de regreso al depa de exiliados que tenemos rentado aquí, me comentó algo que resulta anecdótico. Resulta que en el salón de clases preguntó a una compañera: ‘¿Qué día es hoy?’, esperando que la jovencita le diera la fecha; sin embargo, la chica le contestó con otra pregunta: ‘¿No sabes qué día es hoy?’. Mi chavo, indiferente, le dijo: ‘No’, a lo que ella le aclaró: ‘Hoy, 20 de abril, es ‘Día de la Mariguana’; y le explicó que: ‘Hoy, todos fuman’. Lo anterior da una idea de lo lejos que estamos de parar el trafico de drogas a este vecino del norte. Mientras nosotros vivimos en la incertidumbre, la juventud de este lado de la frontera armará una fiesta el día de hoy para celebrar el día de a mota”. Hasta aquí la cita.

Sé que mucho se ha dicho respecto al tráfico ilegal de armas con rumbo a nuestro país desde ese lado de la frontera;[1] además, sesudas reflexiones se han escrito para demostrar que a los estupefacientes no les salen patitas tan luego cruzan la frontera para ir a venderse solos. El tráfico de drogas alcanza la friolera de 320 mil millones de dólares anuales de ganancias[2] en el mundo entero y esas cifras enriquecen, principalmente, a las mafias norteamericanas, cuyos capos están muy lejos de los titulares de Forbes o de los noticieros nocturnos de aquel país. Para darnos una pálida idea, la lucha del Gobierno norteamericano en ese rubro habrá de costar 10 mil millones de dólares sólo este año.[3]

Yo me quedo con una parte de la reflexión de mi amigo; sí, estamos muy lejos de parar el tráfico de drogas a ese vecino del norte en tanto los jóvenes de aquellas latitudes celebren el “Día de la Mariguana” con bombo y platillo y “quemarle los pies a Judas” sea algo más que una metáfora de Semana Santa.

No obstante, esa festiva disposición de ánimo y esas inclinaciones celebratorias no son casuales; pareciera que existe una auténtica campaña para sembrar en la mente de los jóvenes basura de esa índole; no son pocas las películas que he visto recientemente en donde la “sana” pareja de protagonistas se intoxica, antes o después de hacer el amor, con ése u otro tipo de sustancias. El mensaje es el mismo: Sexo y consumo de drogas o consumo de drogas y sexo como parte de un estilo de vida. Un american way of life que además del éxito económico y la “buena presencia” (mujeres anoréxicas y galanes de dudosa procedencia), implica una escapada de fin de semana capaz de justificar cualquier exceso. Los spring breakers en esas mismas playas objeto de mi envidia son prueba de ello: Adolescentes de ambos sexos llenos de euforia, hormonas, drogas y música horripilante que convoca a sacudirse presa de estertores epilépticos.

Ciertamente estamos muy lejos de poder lidiar con el problema del tráfico de enervantes; mientras haya un mercado alentado desde distintos frentes, especialmente allende nuestras fronteras, lejos estaremos de poder resolverlo. Lo que sí podemos hacer, lo que sí está en nuestras manos, lo que sí es posible, es estrechar lazos con nuestros hijos; hablar con ellos, conocer a sus amistades, revisar sus calificaciones, cuidar sus hábitos alimenticios, controlar su acceso a la red, asegurarse de que, a más tardar, estén a las nueve de la noche en nuestros hogares cenando, estudiando o dormidos.

El “mercado”, cualquier mercado, no es un ente amorfo sin nombre ni rostro. El “mercado” -así llamado por los economistas y no por un vecino cualquiera quien, por “mercado”, entiende ese sitio colorido lleno de sabrosos olores y exquisitos sabores- es una noción equívoca que nos han instalado en la mente como una inevitabilidad que se rige por las leyes frías e inmutables de la “oferta” y la “demanda”. Idiotas. El mercado de las drogas tiene nombres y apellidos; tiene rostros e historias y ninguna de éstas es agradable. En general, los únicos que ganan son los “capos” porque todos los demás salimos perdiendo directa o indirectamente; y para bien o para mal, son los jóvenes la población en mayor riesgo: “La Secretaría de Educación Pública (SEP) tiene detectado un ‘crecimiento importante’ en el consumo de drogas entre los estudiantes de primaria y secundaria, que en este momento se traduce a 200 mil niños y jóvenes que han probado la mariguana o la cocaína”.[4] Esos niños y jóvenes no son cifras, en lo absoluto. Son personas; se trata, principalmente, de nuestros hijos y nietos; hermanas y hermanos; amiguitos o amiguitas de nuestros retoños. Si no podemos detener el tráfico de drogas (y tal parece que no podemos), es preciso convocar a lo mejor de sí mismos para ir a la conquista -o al rescate- de lo que sí es definitivamente nuestro: Nuestro hogar, nuestra familia, nuestros valores. Ésos, difíciles de explicar pero fáciles de entender: Amor, confianza, solidaridad, cuidado, respeto. Eso sí está en nuestras manos y no depende de elusivas leyes pergeñadas por algún mentecato hace casi 225 años. Usted decida.

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.

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