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Del cuidado del medio ambiente y mis forzadas clases de baile…por Luis Villegas

1.- Todas las mañanas, quiéralo o no, mi humor mejora notablemente a partir de que pongo un pie en la calle. Como Fred Astaire en “Singing in the Rain”, me lanzo por las banquetas a saltos, quizá no muy glamorosos, pero, por lo menos, demandantes. En efecto, la coreografía requiere de precias ejecuciones que exigen si no una especial habilidad física o talento artístico, por lo menos un elevado nivel de concentración y coordinación motriz.

2.- Yo, que solía ejercitarme en forma periódica en el duro y galano arte del “cuasisonambulismo”, es hora de que debo dejar de lado mi vocación natural al ensimismamiento y recorrer haciendo alarde de una fría y metódica precisión calles y aceras de esta gran urbe donde por azares del destino (y algún que otro descalabro) me tocó vivir. Todos sabemos lo que es el sonambulismo; en cambio, respecto del cuasisonambulismo no hay mucho escrito y pocos son quienes lo ejercitan. El cuasisonambulismo se practica así: Se viste usted del modo en que desee salir a la calle (de alpargatas y sombrero cowboy o de traje de tres piezas), pepena el libro que más le guste y del que, literalmente, no pueda despegar los ojos y se echa a andar.

3.- Cierto, no cualquiera puede dedicar tiempo, dinero y esfuerzo a tan singular actividad; aunque no figura entre los deportes extremos, sin duda ésa resulta una omisión imperdonable pues riesgos sin cuento acechan a quienes nos aventuramos en sus misterios. Ejemplifico: Hace como diez años, iba yo a San Judas a pagar una manda y a falta de mi compadre Puente o del Negro -por aquel entonces todavía agnóstico-, emprendí la caminata solo. Para no aburrirme, tomé el libro, fijé la vista y eché a andar. Periódicamente checaba yo por el rabillo del ojo la línea situada a mi derecha que fija el límite de la carretera; ello, para no irme yo a extraviar (más de lo que ya andaba, no otra era la razón de ir a pagar la manda). Pasaron los minutos y algo llamó mi atención, la famosa línea se pasó de mi lado derecho al izquierdo. Sólo para hallarle explicación a tan extraño fenómeno levanté la vista y ahí estaba yo: Justamente del otro lado de la cinta asfáltica. Era muy temprano y a Dios gracias, el tráfico vehicular era mínimo, de lo contrario no estaría yo escribiendo estas líneas.

4.- El otro acontecimiento es más reciente: Hace como quince días otra vez tomé un libro, fijé la vista, etc. La cosa es que, como a diez metros de mi destino, el acceso al Metro Velódromo, me di de manos a frente (en la boca no me pegué) con un poste que el día anterior no estaba ahí. Claro que no era cosa de ponerme a discutir con el poste (lo más cercano que he estado de polemizar con uno eran mis debates con alguno de los integrantes del Instituto Estatal Electoral de Chihuahua), así que lo rodee y con toda la dignidad que pude reunir seguí mi camino. Entré, compré el boleto, y ya en el corredor para subir por la escalera eléctrica, bajé el libro y me empecé a sobar la frente que, la verdad sea dicha, todavía me escocía. Vaya usted a saber si de dolor o de vergüenza. Vergüenza que, por cierto, cada vez es menos pues éste no es más que la variación de un incidente que he vivido religiosamente desde hace por lo menos 42 años (es decir, desde que aprendí a caminar).

5.- Aclarado el punto ya saben mis 19 lectoras y lectores el porqué el cuasisonambulismo no es tarea fácil de practicar y los riesgos, incluso mortales, que implica. Pues yo me ejercitaba en él con cierta frecuencia (todos los días) dado que salía de la casa donde vivo con el tiempo justo para llegar a tiempo a la oficina, es decir, pasadas las 8 de la mañana.

6.- El asunto es que un día, hace como un año, andaba yo de traje de baño con mis hijos en un balneario o algo así y vi a un señor según yo como de mi edad, de mi misma estatura, con una panza cervecera horrible, los brazos como popotes, y le pregunté a mis hijos: “Oigan, ¿estoy igual que ese señor de allá?”. El diálogo que siguió lo reproduzco: “Mmm. Mira, no. Él está más blanco”. “No me refiero a eso”. “Bueno, poquito más colorado”. “Tampoco a eso”. “Bueno. Mmm, estee, él está poquito más alto”. “Ya lo sé”, respondí con enfado, diciéndole adiós a mis ilusiones de que pudiéramos haber sido de la misma estatura. “Tampoco pregunté eso”. “Ok, Bueno, ¡pero es mucho más joven! No debe tener más de 35”. “¡Ach! ¡Quiero decir en lo gordo!”. “Ahh, no, en lo gordo están casi iguales”. Fue la respuesta al unísono. Me lleva. Y todavía pregunté con la renovada esperanza habitando en mi interior de que todo fuera una broma: “¿En serio?”. “Aaaay, papá, pos si no más véete”. Y fui y me vi y sí: Más viejo, más prieto, más chaparro y poquito menos gordo, pero eso sí, con mucho más pelo, pues el susodicho parecía que tenía una rodilla en vez de cráneo.

7.- Como cambiar de ciudad y estilo de vida no es enchílame otra, en Chihuahua quedaron mis propósitos de enmienda de ponerle remedio al asunto del sobrepeso y la panza de barril. Allá se quedó también la caminadora que, justo sea decirlo, cumplió a cabalidad sus funciones de perchero pues ahí colgaba mis camisas planchadas la señora que nos ayuda. Total, el primero de enero llegó y pasó sin pena ni gloria y hace como un mes decidí que ya era tiempo de hacer algo al respecto y sí, empecé. Fui y me compré mis Step gym, me puse mi sudadera gris, una pantalonera de igual color y ahí voy: Rocky región 4. Así empezó la cosa del baile.

8.- Ahora que estamos en año de censo, el INEGI podría aprovechar y hacer uno, paralelo, para saber cuántos perros habitan esta ciudad. Yo lo sé, me consta, que son muchos y que a la gran mayoría de sus dueños, les tiene perfectamente sin cuidado la salud pública, el aseo urbano, la belleza del paisaje y la opinión del resto de sus conciudadanos. Dado que salgo a las seis de la mañana a caminar, las sufridas amas de casa y los hacendosos encargados de condominio no han salido a barrer la acera todavía, así que éstas se hallan salpicadas de desechos de perro de modo tal que aquello parece campo minado. Donde ponga usted la vista hay suciedad. No vaya usted a pensar que vivo en un cinturón de miseria donde es cosa de que abunden los perros callejeros; no señor, ahí en plena lateral del Viaducto, entre la estación Velódromo y el Eje tres (Troncoso), las mañanas son un martirio para quienes, como yo, queremos emprender una caminata matutina libre de sobresaltos.

9.- El motivo de estas líneas podrá parecer un asunto baladí. No lo es. En los párrafos precedentes no me ocupo de mí, aunque lo pareciera, es el obligado preámbulo para una reflexión más abarcativa: ¿Cómo va a estar limpio este país? ¿Cómo sus ciudades, sus calles y avenidas? ¿Qué servicio de limpia puede dar abasto? Sin embargo, y para peor, ésa sólo es una muestra, una “manifestación cultural”, como si dijéramos, de otras conductas sociales impropias igualmente lesivas para todos nosotros.

10.- ¡Y no es culpa del Gobierno! No veo a Marcelo, a las 5 de la mañana, por ejemplo, diciendo: “Ándeles muchachos, a fastidiar a Villegas. ¡Andréj! ¡Lola! ¡Veneno! (refiriéndose a René, el otro cachorrito)”. No, señor.

11.- No es sólo no limpiar la suciedad de la mascota; es no saber dónde están los hijos de uno a las 9 de la noche; qué calificaciones obtienen; quiénes son sus amigos; qué hacen sus papás (de los amigos); dónde viven; a qué juegan; qué hacen en sus ratos de ocio; qué hay de sus maestros; es no barrer la propia banqueta; es no emplear transporte colectivo pudiéndolo hacer; es tirar la basura desde la ventanilla del vehículo en marcha; es no corregir las fugas de agua; es no apagar las luz al salir de la habitación; es conformarse con seises o sietes; es acumular inmensos capitales en perjuicio de usuarios y consumidores; es abusar de las prerrogativas que el Estado, a título diverso, otorga; es llegar tarde a todos lados; es dejar los aires encendidos; es…

12.- Es que no va a haber una gran transformación de nuestra vida pública ni colectiva si no empezamos por esas pequeñas transformaciones íntimas e ínfimas a nuestro alcance. Es que está bien que el deporte nacional sea criticar al Gobierno (además del fut -sólo faltan 3 días-) pero ¿qué estamos haciendo nosotros desde nuestra modesta parcela de responsabilidad?

13.- Como sea, aquí sigo: “Du, du, dú, du, du, dú. I’m singing in the rain. Just singining in the rain. What a glorious feeling, and I’m happy again…”.

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com

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