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Francisca y la muerte…por Elías Salas

Muy  buenos y santos días mexicanos y mexicanas dijo la muerte: y claro nadie dijo nada ni la pudo reconocer, traía sus trenzas y sus huesudas manos escondidas en ropas largas, el rostro se lo cubría con un chal. – Quisiera me indicaran en dónde puedo ver a Francisca- o si alguien de ustedes puede darme la dirección donde vive. – pues mire señora- le respondió uno de los presentes. Mire venga  y asómese ve esa tienda que esta en la esquina y se llama Oxo, pues ahí a la vuelta vive Francisca. A la vuelta esta una casita verde con rosales ahí vive Francisca. YA ESTA PENSO LA MUERTE. Y Dando las gracias se dirigió a la dirección que le habían indicado.

Al ir caminando la muerte miró el cielo azul sin nubes y dio las gracias a Dios, estaba por cumplir su misión. Andando la muerte miró su reloj y vio que eran casi las diez de la mañana y pensó bueno este arroz ya se coció horita en un rato me llevo a Francisca. Menos mal, hay poco trabajo con este encargo y listo me retiro a descansar.

Apresuró sus pasos y dio vuelta al Oxo para llegar a la casa de Francisca. Por el camino la muerte iba molesta respirando el humo de tantos vehículos, era natural, pues era una calle principal y había mucho tráfico, esto no la desanimo y prosiguió hasta llegar a la casa de Francisca. Renegando por tanto ruido iba la muerte pero pensaba: pues ni modo este es mi trabajo y además no es mi reino mucho menos mi hábitat! Al fin llega la muerte a la casa de Francisca, toca la puerta y con voz azucarada pregunta: con la señora Francisca por favor. Una niña que abrió la puerta le contestó – mi abuela salió temprano- la parca un tanto impaciente seguía cubriéndose el rostro y su amarillentas manos. Y ¿a que horas regresa? preguntó. Quien sabe, dijo la niña, depende de los quehaceres que tenga que hacer. Anda en varias casas, en una lava ropa, en otras planchas, y hasta vende productos de belleza, además cuida a un viejecito. La muerte se mordió los labios no era para menos, tanto buscar a Francisca y que le salieran con  eso! Hace mucho sol puedo esperarla aquí? A quien viene aquí tiene su casa, nomás que mi abuela puede que regrese ya muy entrada la noche mi abuela no tiene hora para regresar. Si quiere siéntese a esperarla. Chingao pensó la muerte, se me ira el tren de las cinco que es la hora en que tengo que partir! No mejor voy a buscarla, y levantando la voz dijo la muerte – donde crees que puedo encontrarla ahora? En la madrugada salió a vender tamales a una maquiladora, según la hora a lo mejor orita está planchando en casa de doña Lupe. Y ¿dónde vive doña Lupe? preguntó la muerte. Mire baja aquí derecho unas veinte calles, da vuelta a la derecha y en la principal avenida, va a ver una cantina que se llama Mi Oficina, ahí en dos casas debe estar mi abuela planchando. – Gracias- dijo la muerte en forma seca casi molesta, y se dirigió a la dirección señalada por la nieta.

La muerte miro abajo la cantidad de calles que tenia que recorrer hasta llegar a la avenida principal y pensó: maldita vieja andariega donde te habrás metido? escupió y siguió su camino ya muy molesta.

Una hora después de tanto caminar la muerte se topó con un caminante, para ese entonces la muerte ya tenía la nariz irritada de tanto humo de los autos y estaba molesta por tanto ruido de la ciudad. La muerte le pregunta al caminante. – señor  me puede decir donde anda por  aquí Francisca, me dijeron que por estos lugares trabajaba. –tiene suerte le dijo el señor- hace poco más de media hora la vi salir de esa casa y me dijo que iba a curar a un niño de empacho a casa de Lupe, esa que está enfrente- Gracias dijo la muerte y salió disparada a buscar a Francisca al domicilio indicado.

El camino era duro y fatigoso, pues ya se había terminado el pavimento en esa calle y de pilón era de una subida muy pronunciada. Así pues la muerte toda echa trizas y fatigada llegó a casa de doña Lupe, y toca y dice – con Francisca si me hace favor.- ya se fue le contestaron. Pero cómo se fue tan pronto? Que no se quedo por lo menos a tomarse un café o a platicar del enfermo? – pos es que solo vino a ayudarnos con el niño y así es Francisca hace el favor y se retira de inmediato, casi nunca se queda a platicar, bueno vera es que siempre en estas situaciones se hace una sobremesa, se toma un café o algo, cómo se fue tan pronto?.. uy señora se ve que usted no conoce a Francisca! Tengo sus señas dijo la parca, a ver dígalas dijo la madre del niño? Pues…. Con arrugas ya son sesenta años. Y que más? Vera…. El pelo blanco casi sin dientes…. La nariz digamos… Digamos que? Filosa y puntiaguda. Eso es todo? Bueno… además nombre y dos apellidos. Pero, usted no ha hablado de sus ojos. Bien, nublados han de ser…. Ahumados por los años. No. No la conoce dijo la mujer. Todo está dicho bien menos los ojos. Tiene mucho menos tiempo en la mirada, esa quien usted busca no es Francisca. Y salió otra vez la muerte a esas calles llenas de humo y ruido, ahora iba bien indignada, ya sin preocupase de ocultar su aspecto de l muerte y su rostro cadavérico que se le asomaba por el sombrero. Anduvo y anduvo buscándola en distintos domicilios y donde quiera era igual. Francisca salía pronto y no la encontraba. ! Nada de Francisca! Ni tan siquiera una huella o rastro de ella. Entonces la muerte que ya tenía bien hinchados los pies de tanto caminar, y su ropa ya casi negra de tanto humo, sacó su reloj. Y consultó la hora! Dios casi son las cinco se me va a ir el tren! Y echo la muerte su regreso maldiciendo. Abordo el tren echando pestes contra Francisca.

 A dos kilómetros aproximadamente un conocido encontró a Francisca y le dijo un cariñoso saludo.

Francisca ¿cuándo te vas a morir? Ella le contesto el saludo alegremente – nunca-  dijo, siempre hay algo que hacer.

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