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Hablemos de libros…por Luis Villegas

Mexicanos leen casi tres libros al año. UNAM y Conaculta presenta resultados de la primera encuesta nacional sobre lectura, con estándares de UNESCO, revela que los mexicanos leen 2.9 libros al año. […]Una tercera parte de la población no lee ni un libro al año, otra tercera parte lee uno o dos libros, la cuarta parte de la población lee a 3 libros por año mientras que el 4.2% restante rebasa los 10 libros por año. […] Este resultado no se puede comparar con alguna otra estimación, ya que es la primera encuesta nacional en su tipo y que cumple con los estándares de evaluación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO)”.[1]

 

1.- ¡Feliz año a todo el Mundo! Está bien, lo admito, pequé de optimista: Feliz Año a mis tres o cuatro lectores (tú no, mamá; a ti ya te lo desee en persona). Que Dios los colme de bendiciones.

 

2.- Sí, lo sé; resulta que, sin su gracia ni santidad, como Jesús en el templo: Me perdí. Él se perdió un ratito, yo me perdí por semanas. Los pormenores de tanta ausencia salen sobrando, baste señalar que salí fuera del País y leí mucho.

 

3.- Ese periplo es el que dicta, en parte, estas líneas. Entre otras cosas, resulta que por 110 dólares, unos mil 400 pesos más o menos, compré 21 libros en algunas librerías de por allá, los United States. No todos son best sellers ni el non plus ultra de la actualidad pero por supuesto que adquirí títulos interesantes. No voy a cometer la grosería de enlistar todos los títulos o autores ni reseñar contenidos, baste con estas consideraciones preliminares de tres o cuatro párrafos y el remate forzoso dictado por la necesidad de opinar sobre este asunto de la lectura en México.

 

4.- Hace 3 semanas, en conocida tienda departamental adquirí por la no tan módica cantidad de 342 pesos, un libro de Stieg Larsson: “Los Hombres que no Amaban a las Mujeres”; no pensaba leerlo ni mucho menos comprarlo, pero un amigo del alma insistió tanto que allá voy yo y fui y lo compré; me dije: “¡Total, es Navidad!” y me lo regalé a mí mismo. Buenísimo en efecto si a) A usted le agrada el thriller, b) Está dispuesto a pagar 342 pesos por cada uno de los tomos restantes de la trilogía Millennium: “La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire” y “La Chica que Soñaba con una Cerilla y un Bidón de Gasolina, c) Le gustan los libros de más de 700 páginas y d) Soporta con estoicismo la noticia triste de que no podrá volver a leer nada tan bueno de Stieg Larsson ni conocer el final, final, final de la historia, porque Stieg Larsson está muerto (en efecto, murió el 9 de noviembre de 2004). Pues hace tres semanas lo compré y en Texas, sí, en Texas, la semana pasada lo hallé en una librería, en idéntica edición, a menos de 20 dólares (No lo compré ¿para qué?) pero, cosa bastante difícil, me puse verde de coraje. Por cierto, los otros dos títulos no los tenían en español. Mala suerte. Del verde pasé al morado (tarea más sencilla).

 

5.- Pero eso no es todo, la buena suerte llegó cuando vi un libro del que tenía mis dudas y que en su momento me dolió el codo comprarlo (ése sí), titulado “2666”, del autor chileno Roberto Bolaño. En efecto, de este lado de la frontera el ejemplar costaba 470 pesos. La duda se funda en que, de Bolaño, he leído poco y los “Detectives Salvajes” como que no terminó de convencerme; así las cosas, hace ya varias semanas, con los recursos destinados a adquirir “2666” compré dos libros de la mexicana y multipremiada Cristina Rivera Garza “Nadie me Verá Llorar” y “La Muerte me Da”. Total, allá compré “2666” por 14 dólares, lo estoy leyendo y me está gustando.

 

6.- Además, compré una pequeña autobiografía de Joseph Ratzinger -el Papa Benedicto XVI-, “Mi Vida”, por 4 dólares (que no he empezado) y una novela de poco más de 700 páginas de Rosario Ferré, “La Casa de la Laguna”, obra monumental que recuerda, sólo recuerda, “Cien Años de Soledad” y que narra los avatares y pormenores de una familia, los Mendizábal Monfort, en la isla de Puerto Rico (enlazando magistralmente ambas historias y entretejiéndolas con la de cada personaje). Es una historia de amor y desamor, de decepción, de esperanza y desilusión, de coraje, perdón y olvido, salpicada de reflexiones políticas, económicas, sociales, artísticas y hasta morales, a sólo 9 dólares. La terminé ayer y me encantó.

 

7.- En el ínter, debo decir que leí “Nuestra Señora de la Soledad” de la chilena Marcela Serrano, 8 dólares, y una novela extrañísima que jamás habría leído si no la hubiera encontrado en el equivalente de menos de 15 dólares (en el Distrito Federal, que fue dónde llamó mi atención, costaba 340 pesos), de Max Brooks, titulada: “Guerra Mundial Z. Una Historia Oral” y que nadie en su sano juicio -o que se precie de leer un poquito- compraría, pero que yo leí y disfruté muchísimo pues un relato absurdo, una guerra mundial de los humanos contra los zombis, sirve de marco para una reflexión de la sociedad que somos y en que vivimos. Cabe decir que nos deja muy mal parados. 

 

8.- Sólo para que no se vaya a pensar ni a creer que me la pasé echado leyendo todas las vacaciones, he decir en mi descargo que viajé largos kilómetros por tierra; incluso, a México llegué apenas el domingo pasado tras 18 horas de viaje pues no hallé boleto de avión y me fui en camión (dos libros, 1,000 páginas, 19 dólares ya con tax).

 

9.- Como sea, a lo que quería llegar luego de tanto rodeo, es que por eso estamos como estamos: Porque en México se lee poco. Se lee poco porque es caro leer y es caro leer porque se lee poco. Una serpiente mordiéndose la cola.

 

10.- No es un asunto de cultura ni de estadística. Es simplemente la constatación de un hecho doloroso y lamentable. Leer no es un gusto, o no sólo es eso, es también una necesidad y un instrumento. El libro abre puertas, las principales, las de la mente. El libro narra y entretiene, sí; pero también informa, añade, condensa, entera y recuerda por nosotros. Cuando nuestra voz se haya callado, perdurará la voz silenciosa de los libros como ha perdurado a través de las centurias la de Homero, Cervantes, Dante o Shakespeare, trascendiendo los siglos, las lenguas, las culturas. No somos por capricho. Somos producto de la historia y mucha de ella se ha moldeado a través de la palabra escrita. Es su producto o, cuando menos, su consecuencia.

 

11.- Los grandes hombres lo saben. José Vasconcelos, fue Secretario de Educación Pública con el Presidente Álvaro Obregón y en calidad de tal mandó editar una serie de clásicos de la literatura universal; muchos se burlaban de él, de su esfuerzo contrastante con la pobreza y la ignorancia del México de su época, pero ¡cuánta razón tenía! Es preciso leer lo que se ha escrito del hombre para atrapar su esencia y perfeccionarlo.

 

12.- La inseguridad, sí, es hoy un grave problema nacional; pero la violencia no es un mal en sí mismo; es, ante todo, un síntoma. La falta de empleo, la carencia de oportunidades para nuestros jóvenes, la baja o nula instrucción, las terribles condiciones sociales, alientan detrás del narcotráfico y la delincuencia organizada: nutren sus filas y merced a ellas encuentran a sus fieles… o a sus clientes.

 

13.- La educación, entendida como formación integral del individuo, es la única herramienta susceptible de lograr un resultado óptimo en el mediano y largo plazos o por lo menos es la única capaz de garantizarlo. Todo lo demás puede fallar o servir de manera temporal; la educación por sí misma, es la única vía para lograr un México mejor. Leer humaniza.

 

14.- Los libros son -o pueden llegar a serlo- refugio, aula o madriguera; amigos y compañeros; punto de partida o punto de arribo; espejo, promontorio, tregua; mentores implacables o alteregos benignos; timones, motores y… alas. Lea.

 

Luis Villegas Montes.

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