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El Jorge y El Teto…por Luis Villegas

Si usted es uno o una de mis veintitantos lectores, conoce prácticamente a la mayoría de los miembros de mi familia aunque sea por referencias. No obstante, estoy seguro que no habrá oído hablar del Teto o del Jorge ni de chiste.

Recapitulemos: Usted habrá leído de Adriana, de María Fernanda o de Adolfo; alguna vez he mencionado a mi mamá, Lola, o a mi hermana, Patty, y, por supuesto, no ha faltado quien festeje las líneas que escribí cuando nació mi nieta, Luisa, ni escasean las referencias a su papá, Luis Abraham, mi hijo el soldado, porque es mi hijo el mayor.

Pues entre tanto pariente, hay cabida para algunos miembros adicionales que, en calidad de entenados, pueblan la casa. En efecto, si me lee, insisto, usted sabe quién es Florencia; la que, por cierto -gracias por preguntar- ya está muy repuesta tomándose sus medicamentos para fortalecer el esqueleto. Además, también está Cuco, el hámster de Adolfo, que ya perdió esos aires furtivos de rata recién nacida; y rechoncho y cachetón, durmiendo en un calcetín acondicionado ad hoc, ahora sí se parece a uno de los de su especie, por fin. En el mini zaguán hay un nido de golondrinas que yo insisto en que debería quedarse y Adriana jura que no, la malvada, y va y desaloja a sus moradoras con lujo de violencia y sin derecho a audiencia muy de tarde en tarde.

Así las cosas, estoy cierto que del Teto y del Jorge no les había hablado. Claro que hasta hace unos cuantos días no se llamaban así; uno se llamaba “Manzanita” y el otro “Júnior”, pero viéndolos cómo y en dónde viven me dije: “No señor; a éstos dos hay que rebautizarlos”; y en  “Jorge” y “Teto”, quedaron. ¿Por qué? Porque Jorge y Teto son dos tortugas que viven en una pecera en el cuarto de Adolfo y literalmente, si Adriana se descuida (a mí ni me pregunten), las pobres pueden durar días nadando entre su propia inmundicia. Sólo es cosa de que se salgan de la islita instalada en una esquina y no más los ojitos les quedan fuera.

Adolfo está lejos de los ardores preadolescentes por venir, así que, inmerso en su mundo todavía de niño, en ocasiones desatiende sus deberes mínimos, entre ellos, lavar la pecera y cambiarle el agua a las tortugas; así que dejadas de la mano de Dios, las pobres hacen de las suyas, literalmente hablando, y su hábitat se parece más a ese asunto de las huelgas magisteriales en Oaxaca, Michoacán y anexas que a otra cosa. “¡Adolfo!”, le grita su mamá, “¡Las tortugas!”. “¡Ah, sí!”, dice aquél y hasta entonces va y las atiende. Claro que puede transcurrir media semana o más sin que nadie les haga caso así que cuando menos piensa uno ya están ensopadas de… sí, de eso. ¿Cómo no iban a llamarse Jorge y Teto, pues, sumergidas hasta las pestañas que no tienen entre sus detritus?

Es triste ver cómo, la política en México, se parece cada día más a la pecera de esos dos. Y que conste, no hablo de políticos con nombre y apellido ni de siglas de Partido; aludo, en general, a ese desmoronamiento, a ese estado de cosas lamentable en que, el que no cae, resbala, y el más pelón se hace una trenza. Con sus debidas excepciones, por supuesto, dispersas aquí y allá.

Hemos entrado en una vorágine que más parece tobogán, en donde pareciera que los acontecimientos nos llevan y somos incapaces de lidiar con ellos. Sí, no es que vayamos, nos llevan. Lo más lamentable del asunto es que esos acontecimientos, a diferencia de cuanto ocurre en otras latitudes, no son cataclismos ordenados por la Madre Naturaleza, no, en lo absoluto. En la especie, se trata de calamidades evitables o, cuando menos, previsibles. Y sin embargo, aquí seguimos, mudos testigos de un quehacer político alejado de los ideales y las ideas como de la peste; reñido con el sentido común y la integridad mínima indispensable para alentar la sana convivencia, ya no para elevarnos a las esferas -se antojan cada vez más lejanas- del primer mundo.

¿Y cómo? Mire usted, los experimentados maestros huelguistas de Oaxaca, adscritos a la Sección 22 del SNTE “son de los mejor pagados en el país, al cobrar 475 días y trabajar 200; sin embargo, el salario de los docentes de Oaxaca no se refleja en la calidad educativa, ya que los niños de la entidad están al fondo de la tabla nacional de calidad educativa”.[1] En tanto, el PAN se espanta de que transparencia Mexicana haya indicado que en 2010 se identificaron 220 millones de actos de corrupción en el País y destaca que son el D.F. y el Estado de México los que “repuntan como los primeros en actos de corrupción cometidos por funcionarios en contra de ciudadanos”;[2] olvidándose de los pecadillos propios en estados como Chihuahua, donde a ese mismo instituto político le han sido impuestas multas precisamente por no transparentar el gasto proveniente del Erario.[3] Por segunda vez en poco más de un año, en sendos procesos electorales y la natural polvareda que levantan, la PGR da un golpe contra personajes de la vida pública, intentando vincularlos con el crimen organizado; primero fue el caso de Gregorio Sánchez en Quintana Roo[4] y luego el de Hank Rhon hace unos días[5] -quien por muy merecido que lo tenga, no puede uno menos que preguntarse: ¿Qué no lo podían haber detenido en mejor fecha?-. El PRD se queja de abusos y elude que el medio hermano del actual Gobernador de Michoacán está prófugo de la justicia por sus vínculos con el narcotráfico y en el PRI, nomás para no alejarnos mucho del terruño, recordemos el caso de la ex Procuradora, Patricia González, y su hermano.[6]

A diferencia de Juan Luis Guerra yo no quiero frotar mi nariz en ninguna pecera. Por cierto, he estado pensando seriamente en comprar otra tortuga; una chiquita, raquítica en comparación de sus congéneres. De ponerle nombre, estoy seguro que usted, gentil lector, amable lectora, sabe perfectamente cómo iba a llamarse, ¿a que sí?

Luis Villegas Montes. luvimo6608@gmail.com


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