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La noche de la torre triste…por Aída María Holguín

La noche del 13 de noviembre, las luces de la Torre Eiffel fueron apagadas en señal de luto por las víctimas de los actos de extrema violencia perpetrados por grupos radicales en contra del gobierno de Francia.  Y mientras que la icónica torre parisina permanecía en penumbra, edificios emblemáticos de diferentes naciones -incluyendo a México- comenzaron a ser iluminados con los colores de la bandera francesa en señal de solidaridad.
Esa noche, la oscuridad de la Torre Eiffel reflejaba la tristeza y el dolor de una comunidad que -en unos cuantos minutos- perdió a más de un centenar de sus miembros en un acto injustificable, y por lo tanto, condenable.   Se trata quizá de una de las noches más tristes y devastadoras que los franceses hayan vivido en las últimas décadas.
Ese día, poco a poco las redes sociales se fueron saturando de textos, imágenes y videos solidarios con los franceses; luego, hubo quienes comenzaron a cuestionar a los mexicanos que se sensibilizaran por Francia y no por México, particularmente con lo sucedido con los estudiantes de Ayotzinapa.  Otros tantos, criticaron la solidaridad con Francia y no con Siria o Líbano, países que desde hace tiempo -y hasta la fecha- también han sufrido atentados por diferentes motivos.
Es cierto es que en México prevalece la violencia extrema que ha traído como consecuencia la pérdida de miles de vidas humanas y otros tantos cientos de desaparecidos, y que Siria, Libia y muchos otros países sufren los efectos de actos bélicos perpetrados sin justificación alguna; sin embargo, eso no es motivo para que la deshumanización de la población mundial se consume.
Antes de que eso suceda, es necesario considerar que lo que hacen los gobernantes y/o ciertos grupos radicales (independientemente de su ideología) en la mayoría de los casos va totalmente en contra de lo que el pueblo demanda colectivamente.   Entonces la pregunta es: una nación con gobernantes que abusan del poder, que toman malas decisiones, que incitan y justifican la violencia, y que no escuchan a su pueblo ¿no merece el apoyo de otros pueblos?
De ser así, -y aunque nos duela en el alma- México no merecería el respaldo de otros pueblos; sin embargo, da la casualidad que el pueblo francés ha sido uno de los tantos que solidariamente han apoyado -en diferentes momentos y causas- a los mexicanos, tal y como lo han venido haciendo en las jornadas denominadas “Acción Global por Ayotzinapa”.
La cuestión es que lo que pasó la noche de la torre triste ha provocado que los mexicanos entren en una disputa incomprensible causada al ver la indiferencia -de algunos- por lo que sucede en México y exigencia agresiva de que si no se preocupan por México no lo hagan con otros países, lo cual, es casi como exigir que abandonen cualquier noble sentimiento que aún pueda habitar en su interior -y que es lo que los hace conservar su carácter de “humanos”-.
Sin duda alguna es importante y necesario que los mexicanos no sólo se preocupen, si no que se ocupen de lo que pasa en México; y más aún, que se solidaricen con sus comunidades; pero de ahí, a que se les agreda (oral o textualmente) por hacerlo con otras naciones (con el pueblo, no con sus gobernantes), hay un mundo de diferencia y -a la vez- una línea muy delgada que si se rompe, generará un pueblo a imagen y semejanza de los gobernantes que tanto se critican: insensibles, ensimismados y faltos de valores; y eso, es quizá lo que los gobernantes tanto han esperado:   un pueblo al que ya no le importe nada, ni nadie.
En fin, el caso es que mí –como a muchos otros- me duele México, me duele Siria, me duele Líbano, me duele Francia… ¡me duele todo el mundo! Si alguien tiene algún problema con eso, entonces la humanidad tiene un gravísimo problema.
En esta ocasión concluyo con lo dicho alguna vez por Albert Einstein: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.”
P.D.  Luego de la noche de la torre triste, el presidente francés, François Hollande, le ha declarado abiertamente la guerra a los terroristas yihadistas (o sea, a Siria) y ha dicho que “Francia no está participando en una guerra de civilizaciones porque estos asesinos [los terroristas] no representan a ninguna civilización”.   Y entonces yo me pregunto:  ¿y el “ojo por ojo” sí es muy civilizado?
Aída María Holguín Baeza
Correo electrónico: laecita@gmail.com

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