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México y yo (I parte)…por Luis Villegas

1.- El fin de semana pasado, ya tardecito, me fui al Zócalo, a visitar el Museo Itinerante “México en sus sentidos”. Algo que venía bullendo en mi interior desde hacía largo rato hizo crisis esa tarde. En estos párrafos intento verbalizar lo que, en síntesis, es puro sentimiento.

 2.- ¿Me siento orgulloso de ser mexicano? Ésa es una pregunta recurrente en esa azarosa existencia que es la mía -Éste es el momento adecuado para que los nacionalistas a ultranza, ésos capaces de envolverse en el lábaro patrio y echarse de cabeza desde la Latinoamericana al grito de: “¡Viva México!” por cualquier idiotez, paren la ceja (a la María Félix), me miren feo y se digan en tono zumbón: “M’á. ¡Pos éste!”-.

 3.- Durante décadas -cuatro y piquito, para ser más exactos sin pecar de ello-, este ser morenito y chaparro que soy yo ha navegado en un proceloso mar de libros, a resguardo de la más bien frágil embarcación construida a partir de las solemnes enseñanzas de mi abuela Esther, primero, y de mis dogmáticos maestros, después. Esa experiencia me ha llenado, a más no poder, de información múltiple y desconcertante (A más no poder variada y a más no poder contradictoria).

 4.- Así, durante años, haciéndome eco de la pregunta idiota de Jacobo Zabludovsky sobre si Villa fue héroe o villano, yo me preguntaba por la filiación y catadura moral del santoral patriótico mexicano porque, no me lo va usted a negar, se presta a algunas pequeñas confusiones.

 5.- ¿Quiere ejemplos? Ahí le van algunos: ¿Por qué si el General Pascual Orozco se inició apoyando el Plan de San Luis de Francisco I. Madero no es un prócer igual a Villa o Zapata, por ejemplo? Porque tras el triunfo de la Revolución se alzó contra Francisco I. Madero, responderán los doctos; y si es así ¿por qué Emiliano Zapata, que también se alzó contra Madero, no es considerado un traidor? Porque a diferencia de Orozco, Zapata no reconoció el gobierno golpista de Victoriano Huerta -volverían a responder los sabihondos-. ¡Ah! Pero ésta es buena: ¿Por qué el gobierno de Victoriano Huerta fue “golpista” si se hizo con el poder respetando de la manera más pulcra la Constitución vigente en ese entonces? ¿Por qué Venustiano Carranza es un héroe si toda su vida había sido leal al régimen de Porfirio Díaz y, literalmente, rompió con la Constitución? Si las anteriores le parecen preguntas sencillas de fácil respuesta, piense en estas otras: Si con sus asegunes, la Revolución arribó a una nueva etapa en agosto de 1914 al dejar Victoriano Huerta el país ¿Por qué Venustiano Carranza no es un traidor al entrar en la ciudad de México como “Primer Jefe” de un ejército constitucionalista sólo de nombre? ¿Por qué si Carranza desconoció los acuerdos de la “Convención de  Aguascalientes” no es un traidor? ¿Quiénes son traidores -o por qué no lo son- si después de la famosa Convención la revolución se vuelve a escindir y deja a Carranza y a Obregón por un lado y a Zapata y a Villa por el otro? ¿Por qué Carranza y Obregón no son traidores si figuran como los principales responsables de la muerte de Zapata? ¿Y por qué no lo es Álvaro Obregón, responsable del asesinato de Villa? ¿Y no sólo del de Villa, sino también del de Carranza? Por cierto, ¿por qué Porfirio Díaz no es un héroe si participó en la Segunda Intervención Francesa en México, donde luchó bajo las órdenes del general Ignacio Zaragoza en la Batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1862? ¿Fue traidor Allende que mandó apresar al Padre de la Patria harto de su incompetencia y excesos? ¿Lo fue Juárez, que hipotecó fallidamente el Istmo de Tehuantepec?

 6.- Ésas y otras interrogantes semejantes revoloteaban en mi interior como mariposas negras y, para colmo, las lecturas posteriores no sirvieron de gran cosa pues iban desde al atraco en despoblado al País, que empezó con Miguel Alemán, hasta el engaño y el saqueo espantosos de Carlos Salinas de Gortari -de mala memoria-, pasando por Luis Echeverría y José López Portillo. Por no hablar de los Anastasio Bustamante o los Antonio López de Santa Ana (ésos también sin pedacito bueno) que la historia patria registra.

 7.- Entonces ¿amo a México? Y si sí lo amo ¿Por qué lo amo? Dejando de lado la Copa que obtuvo la Sub17 hace cinco años ¿Me siento orgulloso o me avergüenza ser mexicano? Sí, lo admito: Sólo a mí se me ocurren ese tipo de preguntas más bien bobas, pero ¿qué quieren? Así soy yo: Chaparro y preguntón.

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 9.- Los puntos suspensivos se explican porque, largas horas después, me seguía haciendo las mismas preguntas.

 10.- En un punto de su República, Platón hace lo siguiente: Sugiere que para analizar el tema de la justicia se siga el método “de aquel que, no gozando de muy buena vista, recibe orden de leer desde lejos unas letras pequeñas y se da cuenta entonces de que en algún otro lugar están reproducidas las mismas letras en tamaño mayor y sobre fondo mayor también”; y continúa: “¿No afirmamos que existe una justicia propia del hombre particular, pero otra también, según creo yo, propia de una ciudad entera? […] -¿Y no es la ciudad mayor que el hombre? […] -Entonces es posible que haya más justicia en el objeto mayor y que resulte más fácil llegarla a conocer en él. De modo que, si os parece, examinemos ante todo la naturaleza de la justicia en las ciudades y después pasaremos a estudiarla también en los distintos individuos”. Pues siguiendo ese método, pero a la inversa, me propongo examinarme primero a mí y descubrir si me amo o cuando menos me quiero un poquito a mismo; si sí resulta de ese modo ¿existe una razón justificada para ello?; y por último: ¿Me siento orgulloso o me avergüenzo de mí?

 10.- Tras escasos segundos de ardua meditación concluyo de manera tajante y festiva que sí me quiero. Posiblemente no me caigo muy bien, pero definitivamente me acepto y me quiero tal cual soy. Si esa afirmación no bastara por sí misma para persuadirme de ese autodeclarado afecto, ahí están los hechos irrefutables: Me apapacho en forma periódica y me consiento en la medida de lo posible, ejerciendo mis libertades sin el ánimo militante de apachurrar a los otros. Según mis modestas posibilidades, leo, viajo, asisto y festejo multitud de cosas que, todas juntas o de una en una, caldean mi corazón y le traen la paz.

 11.- Estábamos en la siguiente pregunta: ¿Existe una razón justificada para ello? Y tras mucho darle vueltas me respondo categórico y sin ningún ápice de dudas que sí y que no. Quererse a uno mismo está en el orden natural de las cosas; es correcto y es deseable. Constituye un rasgo inherente a la naturaleza humana; la discusión, de haberla, debería versar sobre cómo es preciso quererse y sólo hallo dos reglas: No lastimar a los otros en el proceso y no lastimarse a sí mismo. No encuentro ningún motivo para no quererme querer, me quiero y ya.

 Continuará…  Luis Villegas Montes.  luvimo6608@gmail.com

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