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Natividad…por Rafael Velazquez Ramírez

NATIVIDAD

(Castro Alveldaño)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ

(ONASSIS)

¡Ah, la Navidad!. Profusión de saludos y abrazos (aunque no conozcamos al beneficiario); luces de colores, flores de nochebuena, viejos barrigones y barbados vestidos de rojo; arbolitos, esferas, escarcha, cartitas, pavo, jamón, uvas, cuernitos, pozole (abundantemente regados con exquisitos vinos y licores que a la postre resultan de fayuca) y toda la parafernalia acostumbrada en estos casos, rellenan nuestros corazones, nuestros estómagos y dejan nuestros bolsillos mas vacíos que las arcas municipales luego  de un cambio de administración.

No se crea, inteligente lector y bella y gastadora lectorcita, los voraces comerciantes saben perfectamente que bien aprovechada esta racha de sentimentalismo masivo, puede dejarle pingues ganancias que a la postre no resultan un moco de cocono.

Porque, usted estará conmigo, nos pasamos toda la vida quejándonos de que el dinero no alcanza, y que si la crisis, y que si el alto costo de la vida y que si patatín y que si patatan. Pero somos payasos y en cuanto las posadas se asoman ya estamos gastando hasta lo que no tenemos. Y todo porque los fenicios nos meten entre ceja y oreja que: ¡infeliz de aquel mortal que no regala en esta época!; ¡pobre paria tercermundista y lacandón el que no recibe ni una miserable postal!. Nosotros sabemos, no por necia vanidad, si no por damnificante experiencia, que eso es una vil mentira más falsa que la sonrisa de Cordero y el gesto compungido de maestra mal pagada de   “Pina”.

El vulgo es necio y bellaco, por lo que se hace presa fácil de las arrolladoras campanas de publicidad. Y cuando uno quiere explicarle al vulgo que todas esas mentiras son más grande y duras que una piedra de molino, lo tachan a uno de ateo, revisionista y otras cosas mas feas que no conviene reproducir en esta época de paz, amor y buena voluntad… Yo por eso no me he casado, para que nadie me grite.

Así que no le queda al ciudadano común que endrogarse hasta la coronilla por querer quedar bien con los depositarios de sus afectos. No cabe duda la borrachera de diciembre es la que provoca el crudón de espanto que significa la sobada cuesta de enero.

Este humilde y peloncito servidor le desea a usted, inteligente lector y a la bella y pachanguera lectorcita que de veras se la pasen bien en compañía de sus familias originales. De las familias políticas más vale no hablar, nuevamente porque estamos en una época donde los rencores africanos se dejan para finales de enero.

¡FELIZ NAVIDAD!

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