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Pastel de pobreza…por Nazho Medina

Viernes por la noche. Las presiones del trabajo ya estaban en donde debían estar, en la oficina. La vida y mi mamá me habían dejado la responsabilidad de cuidar a mi hermana, ¿el plan?, rentar películas, comprar cena y acabar con todo ello entre mi hermana, mi novia y yo.

Antes de ir por mi hermana a la escuela, quien está en el turno vespertino, mi novia y un servidor decidimos comprar la cena. No nos pusimos de acuerdo y tuvimos que comprar alitas y pizza, ademas de un pastel entero como postre, ¡juro que ese fue idea de mi novia!.

Ya solo restarían las películas para terminar de armar la velada, por las cuales iríamos después de recoger a mi hermana del Bachilleres, cosa que nos dispusimos a hacer y sobre la cual les relato.

La vida de pronto nos avienta recordatorios a la cara, de las maneras menos pensadas, crudas e inesperadas. Con bofetadas de hielo seco nos remueve la conciencia, bien por ella.

A unas cuadras del bachilleres en el que se encuentra mi hermana existen algunos puestos de comida, en donde venden desde flautas y burros, hasta hamburguesas y huevos estrellados. Son puestos al aire libre, sin muchos lujos.

Justo pasaba por ahí, cuando mis ojos se llenaron de una sensación de impotencia y tristeza. No era la primera vez que miraba una imagen similar, pero en esta ocasión había ciertas particularidades que me destrozaron.

Al lado de uno de los puestos se encontraba un bote de basura, de tamaño mediano y color azul. Junto a él, o más bien encima del bote, se encontraba un señor de unos 40 años, ropa algo desgastada, y barba de algunas semanas.

Comía a una velocidad, con un hambre que pocos recordamos, me es triste decirlo, pero la imagen, más que a un mendigo, me figuraba a un perro muerto de hambre, desesperado, comiendo lo poco que encuentra en la basura del vecino de alguien.

Me atrevo a describirlo así, porque ver a una persona, a un humano comer lo primero que logre sacar sin si quiera mirar si es un pedazo de plato, una piedra o un animal muerto, me hace pensar en la perdida de la condición humana, para llegar al instinto animal de supervivencia.

Este señor purgaba desesperadamente la basura, sacaba una mano y sin mirar se la llevaba a la boca, luego, antes de terminar lo que fuera que hubiese sacado, ya estaba llevando la otra mano a la boca. Su posición encorvada, fetal, rendida ante el mundo, la política y sus cosas peores, con el único interés de sobrevivir, me removió y me lleno el estomago de sentimientos. Sinceramente, son situaciones e imágenes que no tolero.

El semáforo pintó rojo y giré rumbo a la escuela, recogí a mi hermana y me regresé. Mutuamente existió la idea de comprarle un platillo en el puesto, no esperar las gracias y ni el reconocimiento de nadie, si no solamente tener la satisfacción de darle a esta persona al menos por hoy, la oportunidad de alimentarse como Dios manda.

Ya no estaba ahí, aproximadamente 5 minutos bastaron para que el dueño del puesto, Dios o el hambre lo hayan hecho partir. Levantamos la vista, miramos bien en los alrededores, y sin embargo ya no logramos verlo.

El camino a Blockbuster fue callado, con nudos en el estomago, y por mi cabeza pasaba una y otra vez que la pizza me había costado $125 pesos, las alitas $65 y el pastel $210, todo en más o menos media hora y porque no pudimos ponernos de acuerdo. Este señor muy probablemente tenía semanas sin comer como muchos de nosotros entendemos dicho verbo.

Hace meses me mostraron un video en donde un pequeño es atropellado en China, y asombrosamente pasaron varios minutos para que fuera atendido, no por falta de gente, si no porque todo mundo pasaba a un lado de él, incluso lo brincaban sin si quiera exaltarse mientras perdía su sangre y pedazos de su alma. Murió a los pocos días.

Como sociedad deberíamos permitirnos lidiar casi con cualquier cosa, menos con la perdida de la dignidad de la persona humana, esa que tenemos y que bajo cualquier precepto debería respetarse.

Este tipo de situaciones deberían bastar para que como sociedad hiciéramos un alto, tomáramos dos bocanadas de aire, y nos diéramos cuenta de que las cosas están y van por muy mal camino.

Primero, porque no deberíamos permitirnos que nadie, absolutamente nadie, perdiera su condición humana, su dignidad.

Segundo, porque cuando las condiciones obligan a que alguien pierda dicha dignidad, debería ser inaceptable pasar de largo y permitir que dicha persona permanezca como en el caso del niño en China, en donde para la gente no era mas que un desconocido perdiendo sangre y la vida misma, pero no tan importante como para detenerse a auxiliarlo.

La vida es dura, lo se, cada quien tiene sus propios problemas de salud, familiares, económicos, laborales, y cuantos más quieran, sin embargo siempre de alguna u otra manera la vida nos da, nos regala vida misma y alegrías, por más difícil y angosta que esté la encrucijada siempre salimos adelante, deberías entender que no somos y ni seremos el centro del universo, sino solamente una sociedad que piensa que lo es.

Los problemas son muchos, pero ¿Qué será de una sociedad que no se tiene a si misma para ayudarse?

Hay nazho para rato…

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