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Todo lo humano me es ajeno…por Luis Villegas

“TODO LO HUMANO ME ES AJENO”.

 1.- Imagínelo todo en tonos de gris, como envuelto en la bruma londinense o en el polvo del desierto. La ciudad oscura como boca de lobo; los días monótonos, chatos, desesperanzados; sin nada que quiebre la calma tensa de los últimos tiempos, excepto el fragor de los tiros, las ráfagas de ametralladora y los ayes de dolor de los caídos y sus deudos.

 2.- Imágenes borrosas, desenfocadas; ocres, cafés, negros. El amanecer indistinto del atardecer; confundidos crepúsculo y alborada.

 3.- Un claroscuro perpetuo que no distingue, tampoco, entre buenos y malos.

 4.- Donde cada cual acepta un rol hasta sus últimas consecuencias y se asume sin trastornos de personalidad: Mafioso, asesino, víctima, testigo.

 5.- La única nota de color entre tanta grisura, el único referente, es la sangre: Telón, carpa, pista, escenario; manchas de sangre, coágulos de sangre, charcos de sangre, grumos, cuajos, chorros, surtidores, chisguetes, hilos de sangre, ríos de sangre, baños de sangre.

 6.- Orejas, ojos, pies, manos, cercenados; huesos rotos, vísceras expuestas, constituyen el insumo indispensable de esa trama cotidiana de violencia donde, por supuesto, el crimen organizado se hace presente de manera ominosa a cada momento, por no hablar de secuestros y secuestradores, del o de los sicarios, del policía corrupto o incompetente; de la venganza que campea por sus fueros.

 7.- Para alguno, la sensación que genera la tranquilidad del hogar, su cómoda tibieza, el olor a pay de manzana recién hecho, la mano de una mujer responsando en la pierna de su hombre -en un gesto de calidad intimidad-, se resume en una sola palabra: Asco.

 8.- Hasta la belleza es comprada… la externa; la otra, es imposible de adquirir a ningún precio y por fuerza debe ser auténtica ¡pero resulta tan escasa! Una belleza podrida que se asoma al fragor del mundo e inevitablemente nos recuerda la serie colombiana: “Sin tetas no hay Paraíso”.

 9.- Detrás de todo el tinglado, representándose a sí mismo y a todos los de su especie (calaña) se halla -¡Cómo no!- un enano siniestro, pelón, de bigotito ridículo y negra historia (que debería ser expediente criminal, historial, en vez de historia). Él, y los que son como él: Sus imitadores, sus secuaces, sus seguidores, amigos, empleados, colegas, aparece y desaparece, empero, siempre está presente marcando el signo de los días por venir o, por lo menos, intentándolo desesperadamente.

 10.- No hay héroes ni villanos; acaso protagonistas y, a su manera extraña y dolorosa, ninguno se salva. Los que no figuran como cómplices, terminan en calidad de cadáveres o en camino de serlo por distintas vías.

 11.- Por raro que parezca, lector, lectora, las líneas precedentes no se refieren a los encabezados de ningún periódico.

 12.- Tampoco describo nada que ocurra en mi país o en mi Estado natal: Chihuahua.

 13.- No, nada de eso. Se trata de una reseña voluntariosa de la película “Boogie el Aceitoso”, basada en la serie del monero Fontanarrosa. Boogie, un excombatiente, mercenario y asesino a sueldo cuyas actividades, felizmente, se desarrollan en alguna ciudad de los Estados Unidos de Norteamérica.

 14.- Vaya a vela; si no va, no se pierde de nada; si sí, es posible, entonces, que comparta, así sea a medias, el parecer que expreso en estos párrafos.

 15.- A propósito, la frase que titula estas líneas es de la película y, por supuesto, cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia.

 Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com

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