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Los valores…por Luis Arturo Chavarría

Los valores—

En estos tiempos, es común que a diario nos encontremos algún comentario que hace referencia a los valores: en las noticias, en las charlas con vecinos, amigos o compañeros, en el ámbito educativo, en el social o en el laboral.

Me parece pertinente entonces hacer una reflexión al respecto.

Vamos a partir de la definición del término. ¿Qué cosa son los valores?

La vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española muestra 13 entradas para definir la palabra:

valor.

(Del lat. valor, -ōris).

1. m. Grado de utilidad o aptitud de las cosas, para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite.

2. m. Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente.

3. m. Alcance de la significación o importancia de una cosa, acción, palabra o frase.

4. m. Cualidad del ánimo, que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros. U. t. en sent. peyor., denotando osadía, y hasta desvergüenza. ¿Cómo tienes valor para eso? Tuvo valor de negarlo.

5. m. Subsistencia y firmeza de algún acto.

6. m. Fuerza, actividad, eficacia o virtud de las cosas para producir sus efectos.

7. m. Rédito, fruto o producto de una hacienda, estado o empleo.

8. m. Equivalencia de una cosa a otra, especialmente hablando de las monedas.

9. m. Persona que posee o a la que se le atribuyen cualidades positivas para desarrollar una determinada actividad. Es un joven valor de la guitarra.

10. m. Fil. Cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos, y jerarquía en cuanto son superiores o inferiores.

11. m. Mús. Duración del sonido que corresponde a cada nota, según la figura con que esta se representa.

12. m. Pint. En una pintura o un dibujo, grado de claridad, media tinta o sombra que tiene cada tono o cada pormenor en relación con los demás.

13. m. pl. Títulos representativos o anotaciones en cuenta de participación en sociedades, de cantidades prestadas, de mercaderías, de depósitos y de fondos monetarios, futuros, opciones, etc., que son objeto de operaciones mercantiles. Los valores están en alza, en baja, en calma.

En esta ocasión, obviamente nos estamos refiriendo a la décima acepción, que se corresponde con el ámbito de la Filosofía. Ahora bien, una cosa es la definición y otra la conceptualización, necesaria esta última para abordar un análisis reflexivo. Tratemos entonces de comprender el concepto para poder formarnos una opinión y criterio propios al respecto. Y la mejor manera de hacerlo, es revisar por separado cada uno de sus “componentes”.

Para esto, vamos a apoyarnos en la Axiología.  La Axiología (del griego άξιος, áxios [‘valioso’] + λόγος, logos [‘tratado’]) o filosofía de los valores, es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos.

Existen dos corrientes principales, derivadas de dos enfoques antagónicos, que explican el concepto de valor, o los valores: la subjetivista (centrada en el sujeto) y la objetivista (centrada en el objeto).

Básicamente, la corriente subjetivista sostiene que los valores existen en cuanto que un ente o sujeto los otorga y reconoce, mientras que la corriente objetivista afirma que los valores existen o están ahí, como propiedades del sujeto, objeto o acto, independientemente de si son o no percibidos. Es decir, los subjetivistas afirman que son las personas las que le dan valor a las cosas, mientras que los objetivistas afirman que son las cosas las que poseen los valores.

Podría decirse que los subjetivistas creen que los valores son un medio para alcanzar un fin, mientras que los objetivistas creen que los valores son un fin en sí mismos.

Ambos tienen razón y ambos están equivocados. Una primera conclusión es que no debemos confundir valor con valoración. Los valores son en buena parte objetivos porque necesitan de un sujeto, objeto o acto para manifestarse, y la valoración es subjetiva porque es la persona, el sujeto, quien percibe los valores.

En afán de una mayor claridad, vamos a revisar cuáles son las características de los valores. Según Raúl Gutiérrez Sáenz (“Historia de las doctrinas filosóficas”, Editorial Esfinge, México, 1993), los valores tienen seis características:

1. Bipolaridad

2. Trascendencia

3. Preferibildad

4. Objetividad

5. Jerarquía, y

6. Dependencia

La bipolaridad consiste en el hecho de que a un valor positivo se corresponde uno negativo (verdad-falsedad, belleza-fealdad, bondad-maldad), o mejor dicho, se dan como presencia/ausencia, donde la presencia es el valor positivo y su ausencia el negativo.

La trascendencia consiste en que la perfección de los valores sólo se da en esencia, ya que al materializarse existen en forma imperfecta, en razón de la imperfección del sujeto, objeto o acto en que se encarnan.

La preferibilidad es la característica de los valores de atraer hacia sí la atención y voluntad de quien los capta. Cuando algo o alguien posee algún valor, nos sentimos atraídos hacia ello.

La objetividad de los valores consiste en que se manifiestan a través de algo o alguien (sujeto, objeto o acto), y esto es independiente de que sean o no percibidos por alguien.

La jerarquía de los valores es su presentación en una escala (superiores e inferiores).

Y finalmente, la dependencia es una característica de los valores que se deriva de su objetividad, puesto que necesitan de un depositario para materializarse.

Luego de estas consideraciones, podemos abordar la definición de valor de la que partió, en 1964, la mesa redonda organizada por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y que tuvo por ponente al Doctor Miguel Bueno y por oponente al Doctor Robert S. Hartmann:

“Entendemos por valor lo que vale para el hombre, y vale para el hombre lo que tiene una significación en su vida; esto es, lo que incide en ella y le afecta positiva o negativamente, de un modo favorable o desfavorable, pero en todo caso no le es indiferente ni le pasa inadvertido”.

Ahora bien, hasta aquí hemos revisado el concepto de valor. Pero los valores son más que un mero concepto. En todo caso, podemos decir que son un concepto operativo, ya que no sólo se manifiestan, sino que se realizan, y lo hacen en actos concretos, en obras que traducen las vivencias del espíritu desde o hacia donde se proyectan.

Una cosa más: los valores “valen” por sí mismos. Su importancia no radica en lo que se piense u opine de ellos, sino en lo que son.

Decíamos que los valores se realizan en actos y obras concretos, a través de los cuales se manifiestan. Así pues, los valores implican una serie de comportamientos que se derivan de su presencia (o ausencia en el caso de los valores negativos mencionados en la característica de bipolaridad). A estas manifestaciones es a las que suele aludirse cuando se habla de los valores en los comentarios que abrieron esta reflexión.

Así entendidos, los valores son los principios que orientan nuestro comportamiento y nos llevan a elegir uno en lugar de otro, o una cosa en lugar de otra.

Aluden a las necesidades humanas más profundas y trascendentes, y representan los ideales, sueños y aspiraciones de la humanidad, por lo que se convierten en pauta al momento de trazar nuestras metas y propósitos. Se traducen en pensamientos, ideas o conceptos que a su vez se manifiestan en comportamientos.

Pero esto ocurre no sólo en lo individual, sino también en lo colectivo. Es así que todas las sociedades conviven conforme a códigos y normas derivadas de los valores que son prioritarios para ellas, y que trasmiten e imponen a aquellos que se les integran.

Los individuos, entonces, nos unimos a aquellas sociedades con las que compartimos afinidades y valores, y rechazamos o nos vemos expulsados de aquellas en las que esto no se da.

Creo que ahora podemos precisar con mayor claridad las opiniones tales como “se han perdido los valores”, o “ya no tenemos valores”.

Los valores son, y están ahí. Es nuestra elección asumirlos o rechazarlos.

Pero desde luego, el juicio definitivo lo tienes tú, lector. Nadie va a vivir tu vida por ti.

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